¿Y vos qué hacés para que no crezca la extrema derecha?
América LatinaEl autor propone una autocrítica desde una perpectiva de centroizquierda, e interpela identificando temas de agenda cotidiana para los que las derechas tienen respuestas que sintonizan con las demandas de los vulnerados.
El mundo asiste a un peligroso rebrote de las denominadas ideas de extrema derecha, que en el siglo pasado fundaron expresiones genocidas. El alimento de ese monstruo en crecimiento, es una realidad que se expresa en altísimos niveles de insatisfacción social, y en nuestros países, en el aumento de dos fenómenos que, unidos, se vuelven incontrolables: la pobreza y el crimen organizado.
Prefiero alejarme del lugar de analista de un fenómeno extraño y ajeno, y ponerme en el lugar que todos los que elegimos involucrarnos en “ la cosa pública”: Los hombres y las mujeres que hacemos política en sentido amplio y que nos identificamos con el ideario del progresismo democrático, nos creemos ajenos al proceso y elegimos el cómodo camino del diagnóstico angustioso, la acusación a los otros, en lugar de entender que este fenómeno crece en la medida en que retrocede la cultura democrática y la paz social.
Y no somos inocentes. Como no lo son los militantes de los partidos de centroizquierda que ven crecer a las expresiones fascistas en España e Italia, o la militancia brasilera que advierte con impotencia que el único que crece de cara al balotaje en Brasil, es Bolsonaro.
LA DERECHA PIDE DESALOJO DE CALLES. NOSOTROS: NADA
Y aquí quiero detenerme en algunos ejemplos que dejan en evidencia nuestras posiciones y nos debilitan frente a la sociedad como alternativas de poder, porque no conseguimos asumirnos como responsables de sus soluciones :
Si un grupo de militantes sociales interrumpe la principal avenida de la capital del país, e impide que más de un millón de personas transiten con normalidad sus abúlicos caminos diarios, en sus ya desoladas vidas, no nos podemos amparar en los principios y eludir una posición al respecto. Los manifestantes están violando los derechos de las mayorías, y nosotros elegimos callarnos o ponernos del lado de la “corrección” en lugar de reclamar soluciones efectivas a ese problema.
Estoy pidiendo que tengamos sentido común y entendamos que hay asuntos que requieren posiciones claras y que deriven en soluciones, no en postergaciones y promesas.
La “derecha” pide el desalojo de las calles. Y la mayoría de la población, con toda la razón, lo comparte. Y ahí cae el velo y nos deja desnudos:¿Nosotros que proponemos?
Lo que saldrá de la boca de cualquier dirigente que nos rodea puede repetirse como el padre nuestro en las iglesias: “Este es un problema complejo, se soluciona con políticas de fondo y a largo plazo, y entonces, cuando eso ocurra, nadie cortará las calles”. ¡ Bravo! Aplausos sonoros en un Grupo de Estudios, pero abucheo general de la mayoría de la población.
NUTRIMOS A LA DERECHA CON MUCHO DIAGNÓSTICO Y POCA SOLUCIÓN
Ya sé, alguien que llegó hasta acá dirá: ¿ Estás proponiendo que pidamos represión? No. Estoy pidiendo que tengamos sentido común y entendamos que hay asuntos que requieren posiciones claras y que deriven en soluciones, no en postergaciones y promesas que se parecen más “al cielo será de los pobres” que a un dirigente político.
La derecha se nutre del cansancio que genera la reiteración de diagnósticos y la ausencia de decisiones concretas.
Las calles no pueden ser cortadas. Se vulneran derechos y eso, implica romper el acuerdo. Y si ese acuerdo se rompe, los que ganan son los que prefieren que no haya reglas.
Entonces, el progresismo debe exigir que se cumplan las leyes y se mantengan en vigencia las reglas. Ese es principio elemental de cualquier construcción que se pretenda democrática.
Entonces, el progresismo debe exigir que se cumplan las leyes y se mantengan en vigencia las reglas. Ese es principio elemental de cualquier construcción que se pretenda democrática. Y que se entienda como tal, el respeto por la ley y las instituciones del país, un asunto que también le hemos regalado a la derecha por temor a que nos confundan con el republicanismo liberal.
Otro tanto ocurre con el denominado “conflicto Mapuche” en el sur nacional. La idea de que los derechos de los sucesores de los originales dueños de la tierra- fundados en principios divinos- puedan ser más importantes que los derechos adquiridos y la explotación racional de los recursos que nos sacarán de situaciones de dependía extrema como el déficit energético, resulta indigerible para quienes quieren vivir en paz.
Argentina es un Estado. Y es el estado, en sus unívocas expresiones, el que debe hacer cumplir con esa premisa. Otra vez… ¿ Estás pidiendo que repriman a los Mapuches? No. Estoy pidiendo que le digamos a la sociedad que nadie puede ponerse por encima de la ley. Y que esa ley, si se debe hacer cumplir, lo debe hacer cumplir el Estado con las herramientas que les ofrece la propia ley.
LOS LUGARES QUE NO SE OCUPAN LOS PERDEMOS
Si quieren, vamos a un tercer e incómodo ejemplo: Los alumnos de las escuelas porteñas hacen tomas efectivas de los edificios e impiden el normal funcionamiento de las clases. ¿ Nosotros de verdad creemos que está bien? ¿ En serio nos parece un acto propio de dictadores que el Jefe de Gobierno de la ciudad afectada por esos actos, les envíe cartas documentos a los padres para comunicarles que sus hijos, de quienes son legalmente responsables, están en riesgo de perder su condición de alumnos regulares? Es una pregunta incómoda, pero que requiere respuestas.
El mundo, sus complejidades, sus dilemas constantes y su atomización constante de conflictos, requiere respuestas, y el progresismo- como componente sustancial del esquema político – tiene la obligación de tomar posiciones.
El mundo, sus complejidades, sus dilemas constantes y su atomización constante de conflictos, requiere respuestas, y el progresismo- como componente sustancial del esquema político – tiene la obligación de tomar posiciones.
Porque, y a esto lo sabemos de memoria, los lugares que no se ocupan…
¿Puede sorprender que un grupo de “librepensadores” empiecen a ocupar espacios vacíos y reciban festivas adhesiones, si son los únicos que les hablan a los ciudadanos de los temas en los que los ciudadanos reclaman respuestas?
LA POLITICA TRADICIONAL EN SU GALAXIA
La ultraderecha crece, no le hemos aprendido aparentemente, porque la dirigencia política tradicional ha perdido contacto con la realidad, porque ni en los discursos ofrece soluciones y especialmente, porque evita abrir discusiones que no se pueden evitar, y las seguimos evitando.
El sostenimiento de posiciones débiles frente a asuntos que ponen en riesgo el funcionamiento del sistema democrático termina fortaleciendo a quienes se endurecen de manera extrema. Y la ecuación de una gran parte de la sociedad es sencilla: “Si ustedes no lo van a solucionar, entonces dejen que vengan los que dicen que van a hacerlo”
El problema central de Argentina es que no crece, ni multiplica riquezas desde hace más de dos décadas.
En nuestro país, por ejemplo, seguimos creyendo que hay riqueza suficiente, y que las soluciones vendrán de la mano de una mejor distribución. Y seguimos diciendo que se trata sólo de exigir – sin ninguna correlación de fuerzas- que “los ricos pongan más, para dársela a los pobres” sin asumir que el problema central de Argentina es que no crece, ni multiplica riquezas desde hace más de dos décadas.
El ”progresismo” sigue mirando con desatención, la responsabilidad que tiene en ofrecer planes de crecimiento que incluyan -nos guste o no- la explotación racional de los recursos naturales, estimule a la inversión extranjera, y líneas de apoyo a la ciencia y la tecnología, para dejar de ser un país que pierde de manera sistemática en todas las balanzas.
LA CENTROIZQUIERDA TIMORATA
Le tenemos miedo a discutir el “déficit fiscal”, somos timoratos con las expresiones de corrupción de otros sectores que se denominan “progresistas” y que se escudan todo el tiempo, antes de dar explicaciones sobre sus enriquecimientos ilícitos, en presuntos complots mundiales, que los persiguen por los discursos que sostienen y que nunca se concretan en sus gobiernos.
La ultraderecha crece, como crecen todas las expresiones extremas, cuando los pactos sociales están rotos o próximos a romperse.
La ultraderecha crece, como crecen todas las expresiones extremas, cuando los pactos sociales están rotos o próximos a romperse. Y ese pacto se rompe, entre otras cosas, cuando la política se convierte en un mero ejercicio del verbo y las buenas intenciones, y nunca, o casi nunca, en asuntos palpables e identitarios de una sociedad que no es de derecha, que no quiere serlo, pero que no está encontrando soluciones en otro lugar que en esas simplificaciones de los “libertarios”.
Los denominados “militantes del campo popular” nos hemos convertido en expresiones inútiles para una gran parte de nuestro propio electorado. Nos negamos a discutir crudamente la conformación de coaliciones porque “tenemos límites”, sin entender que la representación es cada día menor, y que los cambios sólo operan desde la praxis política, desde la ocupación de cargos que tengan relevancia en la ejecución de programas concretos y si, en la ejemplaridad que la sociedad necesita para adherirse.
DINAMITAMOS LAS BANDERAS PROGRESISTAS
Argentina necesita con urgencia un plan político que nos devuelva algo de amor propio, alguna expectativa real, y la recuperación de la confianza de la gente en su dirigencia.
El progresismo ha dinamitado sus banderas, a costa de cedérselas a un grupo de oportunistas que las usaron para instalar divisiones artificiales e inútiles.
El progresismo ha dinamitado sus banderas, a costa de cedérselas a un grupo de oportunistas que las usaron para instalar divisiones artificiales e inútiles.
Nosotros hemos contribuido, con nuestras confusiones y complejos, a refular el terreno que hoy habitan la desesperanza y el terror.
El problema no es solamente la tragedia del crecimiento de las expresiones de la extrema derecha, con todo lo que eso puede implicar sobre los derechos individuales de los argentinos. El problema, también, es que permanecemos inertes, abrazados a consignas que ya no surten efecto y que nos alejan cada día más de lo que se constituye en nuestro principal deber: ocupar desde la legitimidad democrática, espacios de decisiones.
Mientras sigamos aferrados a discursos, seremos testigos y victimas necesarias del horror.
Y entonces, será tarde.
Coni Cherep
Periodista.
LA VANGUARDIA