Una decisión controvertida en Venezuela
VenezuelaEl boicot de las elecciones regionales y legislativas de parte de la oposición deja el campo abierto al Gobierno y a su partido para quedarse con todo el poder
Hay muchas razones para avalar la decisión de María Corina Machado de boicotear las elecciones regionales y legislativas del próximo 25 de mayo en Venezuela. ¿Para qué?, se preguntan muchos. Las van a manipular, como hicieron el pasado 28 de Julio. Cierto. La gente está harta y ha perdido la esperanza de que su voto sirva. Cierto también. El régimen inhabilita a la oposición, negando incluso el derecho a ser candidato, mediante un Poder Judicial electoral al servicio del Gobierno, que decide qué partidos y qué candidatos están habilitados y quienes no. Todo eso es cierto y avala una decisión cargada de lógica democrática.
Son razones poderosas que explican el bajo índice de participación que dan las encuestas a esas elecciones, en torno al veinte por ciento del electorado, lo que, en su caso, añadiría una nueva muestra de la falta absoluta de condiciones democráticas en el régimen chavista.
Pero, las decisiones políticas nunca son unidireccionales, siempre tienen pros y contras muy poderosos y por eso es necesario adoptarlas después de un análisis profundo y sosegado de sus consecuencias. Es necesario calibrar esa decisión a la luz de la experiencia histórica en la larga marcha de la oposición al chavismo y sobre todo, teniendo en cuenta las consecuencias políticas que se derivan del boicot electoral para un largo periodo político (2025-2031).
En primer lugar, la no participación electoral de la oposición, deja todo el campo abierto al Gobierno y a su partido para quedarse con todo el poder. Poco les importa la falta de legitimación democrática en esas elecciones. Lo van a ejercer igual y sin ninguna cortapisa. Por otra parte, la deslegitimación internacional no les preocupa. La han bordeado muchas veces y la tienen sobre la cabeza misma del régimen, puesto que el mundo entero (salvo unos pocos y nada recomendables amigos) ya decidió rechazar los resultados del 28-J y no reconocen formalmente a Maduro. Nunca, a lo largo de los muchos años de poder chavista, el consenso internacional sobre el fraude electoral, fue tan apabullante y sin embargo, Maduro gobierna, casi un año después, sin limitaciones.
La oposición ya ha practicado la estrategia del boicot electoral en 2005 y en 2018 y en nada alteró ese boicot al ejercicio ilegítimo del poder por parte del chavismo durante esos años. De hecho, el triunfo histórico de Gonzalez Urrutia en 2024, fue, en parte, consecuencia de una lectura crítica al boicot de 2018 y a la ilusión generada en la ciudadanía con una oportunidad creada por la firme decisión de la oposición de participar, aunque fuera con candidato interpuesto, para sortear la inhabilitación de Maria Corina Machado.
La pregunta que surge entonces es esta :¿no hubiera sido mejor participar y poner de nuevo al régimen ante su necesidad de otra burda maniobra de manipulación electoral para no perder los gobiernos regionales y la Asamblea Nacional? ¿No habría sido más efectiva la repercusión internacional de un nuevo «pucherazo», que la del boicot ciudadano en estas nuevas elecciones?
Ocurre, además, que tanto la inhabilitación como la manipulación de los resultados, es, técnicamente, mucho más difícil de realizar en las elecciones a gobernador y parlamentos de cada uno de los 24 Estados del país y en las respectivas jurisdicciones de los 285 diputados a la Asamblea Nacional. Esa operación de inhabilitación y falseamiento de resultados resultaría mucho más compleja para el régimen y ofrecería flancos muy provechosos para minar el poder de su Gobierno. Es muy sospechosa a estos efectos la convocatoria precipitada de las elecciones a la Asamblea Nacional, conjuntamente con las elecciones regionales, lo que, quizás, puede haberse debido al aprovechamiento por parte del régimen de la decisión tomada por parte de la oposición de no participar en ellas.
Finalmente, si el boicot fuera total, es decir, de todos los partidos y de todos los candidatos de la oposición, el impacto político interno e internacional sería extraordinario, lo admito. Pero no es así. Significados líderes de la oposición al chavismo van a participar y por tanto el efecto político del boicot es menor, se quiera o no se quiera reconocer.
Es una pena que no haya habido una decisión consensuada en torno a este tema capital de la estrategia opositora en Venezuela. Desgraciadamente, no es la primera vez y por ese camino, me temo que no será la última.
EL PAÍS