Nuevo giro a la izquierda en América Latina, ¿qué izquierda?
América LatinaEl politólogo brasileño Francisco Weffort nos interpelaba a comienzos de los años noventa del siglo XX con una aguda reflexión sobre las democracias emergentes: Nuevas democracias ¿Qué democracias?, era el título de un sugestivo artículo en el cual se interrogaba sobre la calidad de las nuevas democracias en América Latina y el este de Europa. Parafraseando al recordado autor, cabe preguntarse si nos encontramos frente a un nuevo giro a la izquierda en la región y, en caso de una respuesta afirmativa, a qué izquierda(s).
Sobre el (no tan) “viejo” giro a la izquierda
Los Gobiernos emergentes de América Latina durante la primera década del siglo XXI fueron manifestaciones representativas del denominado “giro a la izquierda”. Estos Gobiernos surgieron en un contexto externo caracterizado por un “superciclo de las materias primas” entre 2003 y 2011, un retiro relativo de Estados Unidos de la región y el aumento de la influencia de otros actores externos, en particular China, y, en menor medida, Rusia e Irán.
Dos han sido las características principales de este ciclo ideológico-político: su heterogeneidad ideológica y su estabilidad política. En relación con lo ideológico, hubo tres variantes dentro del universo de la izquierda política en la región: radical (Venezuela, Bolivia, Ecuador y Paraguay), moderada (Brasil, Uruguay, Chile) y Argentina (más moderada en sus inicios; más radical en otros momentos). Esa diversidad estuvo marcada por tres ejes: en primer lugar, el tipo de relación con el mercado (más amigable/más hostil); en segundo lugar, el papel del Estado (más presente/menos presente) y, en tercer lugar, las características de la democracia (incorporación o no de un formato participativo).
En cuanto a la estabilidad política que vivió la región, esta está respaldada por la evidencia. De 16 mandatarios electos en el período 2003-2015, nueve de ellos finalizaron su mandato en los plazos establecidos; dos continúan en sus cargos hasta la fecha (Daniel Ortega en Nicaragua y Nicolás Maduro en Venezuela), uno ha fallecido en su cuarto mandato (Hugo Chávez en Venezuela), uno renunció al término de su tercer mandato (Evo Morales en Bolivia), dos presidentes fueron destituidos por juicio político (Dilma Rousseff durante su segundo mandato y Fernando Lugo en Paraguay) y uno fue destituido por el Poder Legislativo (Manuel Zelaya en Honduras).
¿Nuevo giro a la izquierda o giro antioficialista?
Un nuevo ciclo político ha llegado a la región. De confirmarse el triunfo electoral de Lula da Silva en los comicios presidenciales del mes de octubre en Brasil, nos encontraremos frente a un panorama en el cual las cinco principales economías de la región estarían gobernadas por partidos, frentes o coaliciones de las diferentes expresiones de la izquierda regional: Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México. A ello se suman aquellos casos como los de Perú y Honduras, ajenos a una fuerte tradición política en la izquierda, y los crónicos casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Como en el caso de la ola anterior, esta vez el panorama de la izquierda regional también resulta heterogéneo. Por una parte se mantiene la rama bolivariana (Cuba, Nicaragua, Venezuela); por otra, están los países donde hay una disputa entre mentores y sucesores (Alberto Fernández y Cristina Fernández en Argentina; Evo Morales y Luis Arce en Bolivia; Vladimir Cerón y Pedro Castillo en Perú); aquella que está lejos de Dios y cerca de Estados Unidos (Andrés Manuel López Obrador en México); la de las incógnitas en cuanto a su rumbo (Lula da Silva en Brasil y Gustavo Petro en Colombia) o la reformista (Gabriel Boric en Chile).
Al mismo tiempo, el “nuevo” giro convive con un largo ciclo electoral caracterizado por el castigo a los oficialismos de diferente condición. La excepción ha sido la de Daniel Ortega, en Nicaragua, en un contexto alejado de las garantías de un proceso electoral libre, competitivo y transparente, propias de una democracia representativa. El clima antioficialista convive, además, con niveles decrecientes de tolerancia social y “lunas de miel” más cortas para los nuevos oficialismos, y son las experiencias de Pedro Castillo, en Perú, o de Gabriel Boric, en Chile, y la derrota del Frente de Todos en las elecciones legislativas del año pasado en Argentina, casos muy representativos.
En suma, fragmentación ideológica, polarización política, castigo a viejos oficialismos y escasa tolerancia a los nuevos oficialismos parecen signar el nuevo tiempo político en América Latina.
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