Las elecciones parlamentarias en Cuba registran el mayor índice de abstención desde el triunfo de la revolución
CubaLas elecciones para renovar el Parlamento cubano realizadas el domingo en la isla no arrojaron sorpresas. Los 470 candidatos a diputados propuestos por una comisión electoral oficial fueron elegidos sin dificultad, entre ellos el exmandatario Raúl Castro, de 91 años, y el actual presidente, Miguel Díaz-Canel, de 62, que puede optar por un segundo mandato el próximo 19 de abril, cuando sea constituida la Asamblea Nacional, que debe elegir un nuevo Gobierno. La abstención, otra vez, fue protagonista de estos comicios: uno de cada cuatro cubanos convocados a las urnas no acudió a votar, una tendencia al alza que los analistas interpretan como un voto de castigo cuando el país vive una de las crisis más graves de su historia.
Más de 8.100.000 cubanos con derecho a voto estaban convocados a estas elecciones: participó el 75,92% del padrón, diez puntos menos que en los comicios de 2018 para renovar la Asamblea Nacional, cuando votaron el 85,65% de los electores. Sin embargo, es un pequeño alivio para las autoridades, ya que en las elecciones municipales del año pasado la abstención alcanzó el 31,5%, una cifra récord en un país acostumbrado a la unanimidad en vida de Fidel Castro, cuando los índices de participación superaban casi siempre el 95%.
En los comicios de 2015, con Raúl Castro como presidente, la participación fue del 89%, pero en las elecciones municipales celebradas en noviembre de 2017 la abstención subió al 14%. En el referéndum realizado en septiembre de 2022 para aprobar un nuevo código de las familias, el 25% de los cubanos con derecho a voto no acudió a las urnas (y de los votos válidos, el 32% fue en contra de la posición defendida por el Gobierno).
Desapego creciente
En cualquier país del mundo, estos resultados serían exhibidos como una victoria del Gobierno, pero en Cuba, donde solo existe el Partido Comunista y es tan difícil medir la temperatura social y política, el creciente desapego que refleja esta tendencia es algo a tener en cuenta y de compleja lectura.
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Desde hace tiempo quedó claro que se acabaron en Cuba los tiempos de la unanimidad sin fisuras y de las votaciones masivas de apoyo al Gobierno. Y, también, que el malestar social provocado por las penurias económicas y la falta de esperanza en el futuro ha crecido exponencialmente en los últimos años. A ello hay que sumar que la cifra de cubanos, en su mayoría jóvenes, que abandonaron su país en el último año y medio, es apabullante. Se calcula que en este periodo de tiempo más de 320.000 entraron a Estados Unidos de modo ilegal por la frontera mexicana, a lo que hay que agregar las decenas de miles que han emigrado a otros países y los miles que lo han intentado cruzando el estrecho de la Florida en frágiles embarcaciones, la mayoría de los cuales fueron interceptados por barcos guardacostas estadounidenses y deportados a la isla.
El Gobierno temía que la abstención – a la que habían llamado las débiles fuerzas de la oposición- fuera mayor en estas elecciones que en los comicios municipales de noviembre del año pasado (31,5%). Por eso, las autoridades vivieron casi como un triunfo que la participación superara el 75%, y se apresuraron a calificar los resultados como «un sí por Cuba, por la revolución y por el socialismo» y lo consideraron un «éxito».
«Este domingo fue un día de fiesta, de alegría, de confirmación, de convicciones. Y nuevamente tuvimos una victoria revolucionaria, una victoria de nuestro pueblo», dijo el presidente cubano en Twitter, recién llegado de la cumbre presidencial iberoamericana de República Dominicana. El lunes, exultante, agregó en esta red social: «Desde ayer lo dijimos: confiamos en nuestro pueblo, que salió a defender la Revolución. A pesar de las draconianas medidas de EE UU, a pesar de la feroz campaña y los llamados al abstencionismo, Cuba ganó».
No había duda de que resultarían electos los 470 candidatos a diputados propuestos por la comisión electoral para cubrir la misma cantidad de escaños. Para ser elegidos, bastaba que obtuvieran el 50% de los votos validos, y así fue. El sistema electoral está diseñado de un modo que es prácticamente imposible que los candidatos propuestos sean rechazados, pues para ello deberían votar en su contra más de la mitad de los electores.
De los 6.164. 876 cubanos que ejercieron su derecho al voto en las elecciones del domingo, en blanco votó el 6,22% y fueron anuladas el 3,50 % de las boletas. Es decir, que entre la abstención, los votos nulos y blancos, uno de cada tres cubanos no siguió la consigna oficial, un porcentaje que dada la singular situación cubana no es nada desdeñable y que, opinan los analistas, incluidos algunos cercanos a las tesis oficiales, el Gobierno debería tomar en cuenta en cualquier ecuación política de futuro.
EL PAÍS