El marco fiscal y el círculo vicioso del desastre
BrasilPor Gilberto Maringoni
La política fiscal de Haddad y el Banco Central “independiente” son caras del mismo bloqueo ideológico. De nada sirve atacar las altísimas tasas de interés, que engordan a los rentistas, si el propio gobierno propone un mecanismo que le quita al Estado la capacidad de hacer políticas públicas.
1. El marco fiscal no representa una contraposición al Banco Central independiente, sino su complemento lógico y da continuidad a la dinámica neoliberal en nuestra economía. Las políticas de privatización, emprendidas en Brasil a partir de la década de 1990, tuvieron dos objetivos esenciales.
2. El primero era recaudar dinero extra para que el Estado pudiera hacer frente a sus crecientes compromisos de pago de intereses de la deuda pública, y el segundo era retirar del poder público la capacidad de decisión sobre las políticas de infraestructura -transportes, comunicaciones, energía, etc.-. Es decir, eliminar el desarrollo de la agenda nacional. El pretexto es que las decisiones en esta área deben ser “técnicas” y las inversiones se destinarían mejor a la iniciativa privada, garantizando así eficiencia, competitividad y precios bajos.
3. Faltó una parte esencial de los procesos de privatización: la alienación de las decisiones propias del Estado – de hecho del poder electo – en el área económica. La política monetaria, por ejemplo, como área “eminentemente técnica”, necesitaba ser separada del juego político, que involucraría intereses electorales y “populistas” (palabra mágica utilizada para descalificar todo aquello que sirviera a los intereses de quienes legitimaban el poder electo, el pueblo).
4. Así, los precios esenciales de la economía, el precio del dinero, o el tipo de interés, y el tipo de cambio, la relación primaria del país con el mundo, eran pregonados como cuestiones “técnicas”, es decir, no políticas. Cuando se habla de decisiones “técnicas”, se intenta convencer a la opinión pública de que hay decisiones de Estado que no pueden ser tomadas por legos -la inmensa mayoría de la población votante-, sino por una cofradía de seres supuestamente ilustrados, que han estudiado ciencias complejas y que, con la cabeza fría y serenamente -o “técnicamente”- deciden la tasa de interés (el crédito y la intensidad de la actividad económica) y el valor del dólar. Se abstrae que ambos factores, según los niveles fijados, favorecen o desfavorecen a sectores de la sociedad.
5. Bajo esta visión, las tasas de cambio y de interés no deberían ser ampliamente debatidas, como la prisión de Lula, las joyas de Bolsonaro, la casación de Dallagnol o los posibles crímenes de Sérgio Moro. Estarían en un nivel superior del espíritu humano.
6. Cuando al blindaje del Banco Central para el debate y la presión social se suma la construcción de un freno a la inversión pública -como el techo de gasto o el marco fiscal- lo que se hace es quitar al poder electo la posibilidad de hacer proyectos de desarrollo, políticas industriales, mejora de los servicios públicos, ampliación del mercado interno vía protección del mundo del trabajo, etc.
7. Y cuando a la restricción fiscal se le agregan límites del 0,6% al 2,5% y del 70% o 50% de lo que sea en los niveles de gasto público, sin ninguna explicación para estos números, en verdad, se le da una ducha “técnica” a las decisiones políticas. Y así se satisfacen las demandas del capital privado, para que la recaudación de impuestos y riqueza colectiva se dirija a objetivos también “técnicos”, como la relación deuda/PIB, o el logro de superávits primarios, que en sí mismos serían virtuosos para la economía.
8. Ningún empresario productivo decide montar una fábrica, una tienda o una granja mirando la relación deuda/PIB o el porcentaje de superávit primario. Un empresario productivo quiere saber si su producto se venderá o no. Es decir, si hay crédito y demanda en la sociedad. Los que miran las variables deuda o superávit son especuladores en busca de dinero fácil.
9. El marco fiscal es esencial para -al fin y al cabo- permitir la reducción de la capacidad de inversión del Estado e inducir la oferta de servicios públicos a través de asociaciones público-privadas. Para ello, potencia la política de tipos de interés elevados del Banco Central independiente, que también socava la inversión pública. Son gemelos siameses, inseparables. De nada sirve que el gobierno ataque las altas tasas de interés si construye un mecanismo que bloquea no sólo la inversión, sino también la capacidad del Estado de hacer políticas públicas más allá de medidas fragmentadas (aunque muchas veces sean individualmente importantes), incapaces de cambiar la lógica financista de las prioridades de la política económica.
10. El propio rito sumario aprobado para la tramitación del proyecto de ley marco fiscal en el Congreso complementa esta dinámica. Su objetivo es impedir cualquier debate amplio. No es de extrañar que el ministro de Hacienda discutiera sus bases con Faria Lima (centro operativo del “mercado” financiero, en San Pablo: ndt), con el mundo de las finanzas y con el presidente del Banco Central, pero no con los movimientos u organizaciones sociales. La tramitación del marco niega uno de los pilares de las políticas públicas del PT de los años 90, que era el presupuesto participativo. El marco fiscal es el presupuesto no participativo.
11. El marco fiscal no puede exponerse a la luz del debate público. Tiene que ser votado rápidamente, sin hablar mucho y sin enmiendas porque es algo “técnico”. Tan técnico como la distribución de la renta, la desigualdad social y las orientaciones futuras de nuestro país.
12. El presidente Lula pronunció tres importantes discursos en la cumbre del G-7, en Hiroshima, este fin de semana. En uno de ellos es claro sobre los daños causados por el neoliberalismo. En un momento dado afirma:
13. “El sistema financiero mundial tiene que estar al servicio de la producción, el trabajo y el empleo. Sólo tendremos un verdadero crecimiento sostenible dirigiendo esfuerzos y recursos hacia la economía real.”
14. “El endeudamiento externo de muchos países, del que fue víctima Brasil en el pasado y que ahora azota a Argentina, es la causa de la flagrante y creciente desigualdad, y exige del Fondo Monetario Internacional un tratamiento que considere las consecuencias sociales de las políticas de ajuste.”
15. “El desempleo, la pobreza, el hambre, la degradación ambiental, las pandemias y todas las formas de desigualdad y discriminación son problemas que exigen respuestas socialmente responsables.”
16. “Esta tarea sólo es posible con un Estado que induzca políticas públicas orientadas a garantizar los derechos fundamentales y el bienestar colectivo. Un Estado que fomente la transición ecológica y energética, la industria y las infraestructuras verdes”.
17. El Ministro de Hacienda debería leer y releer esta brillante intervención presidencial y discutirla con su equipo.
Gilberto Maringoni, es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal ABC (UFABC) y director de la Fundación Lauro Campos. Fue candidato del PSOL al gobierno de San Pablo (2014).
Traducción: Correspondencia de Prensa.
Fuente (de la traducción): https://correspondenciadeprensa.com/?p=34892
Fuente (del original): https://outraspalavras.net/mercadovsdemocracia/arcabouco-e-o-circulo-vicioso-do-desastre/