El acceso al agua le cambia la vida a comunidades indígenas en el norte de Colombia
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Pozos con agua extraída de las entrañas del desértico departamento colombiano de La Guajira, fronterizo con Venezuela, le han cambiado la vida a indígenas de la comunidad wayúu que hoy cuentan con pequeños proyectos de agricultura y ganadería.
Bajo un sol canicular y en medio de condiciones agrestes, 70 comunidades han empezado a florecer alrededor de pozos construidos por el Gobierno para aliviar la intensa sequía que azota a esta zona, donde en lo que va corrido del año al menos cuatro niños han muerto por problemas asociados a la desnutrición.
Según el ministro de Agricultura, Aurelio Irragori Valencia, quien visitó hoy la zona, esta iniciativa «le transforma la vida a la gente de una manera sustancial, con un proyecto integral», que incluye agua, la producción de carne y cultivos que sirven para alimentar al ganado.
Entre árboles resecos de trupillo o cujíes, comunes en la región, están apareciendo los primeros sembrados en una extensión de una hectárea como parte de este programa que, además del pozo, incluye un reservorio de 30.000 litros de agua y un establo para caprinos.
«Anteriormente padecíamos de una gran necesidad del agua, eso daba hasta ganas de llorar», relató a Efe Nereida Fernández, líder de la comunidad de Copoyomana, en el municipio de Albania, donde desde hace cuatro meses empezó a fluir el líquido.
Organizada en torno a una estructura redonda que contiene un enorme espejo de agua, esta comunidad ahora celebra el verde que crece en medio de las arenas amarillentas de La Guajira.
«Hemos sacado patilla, melón, fríjoles y maíz y estamos en el momento a la espera de plátano, yuca y el sorgo», afirmó Fernández, quien aseguró que en su comunidad, habitada principalmente por mujeres ya que los hombres migraron a Venezuela, han empezado a trabajar en la tierra.
Las agotadoras caminatas de más de cinco kilómetros en busca de agua quedaron atrás y ahora estas comunidades o «rancherías», muchas de ellas en medio de la nada y a las que se accede por carreteras sin asfaltar, se acercan a los reservorios para abastecerse de agua.
Según el médico Luis Fernando Echeverri, quien ideó esta iniciativa adoptada en 2014 por Irragori cuando ocupaba la cartera del Interior, el éxito ha estado en diseñar una alternativa basada «en lo simple».
«La idea fue buscar el agua con las personas que saben hacerlo, con geólogos, con profesionales que nos sepan (…) ubicar los acuíferos y perforar de una manera profesional (…) para que los pozos pudieran tener la producción esperada», dijo Echeverri, que aprovechó la mayor fuente de energía de la región, el sol, para poner en funcionamiento cada unidad a partir de paneles.
El agua obtenida se destina al consumo humano, a la agricultura y a la atención de los caprinos o «chivos», de gran importancia en la gastronomía de la zona y en la economía de los wayúu.
«Vamos a sembrar todo lo que la tierra se preste, si la tierra se presta para todos los cultivos, vamos a hacerlo», afirmó Diocelina García, una joven de la casta apusahana, en la comunidad Orolé, quien confirmó que la desnutrición de los niños en La Guajira «es una realidad».
Estos pozos, que llegarán en los próximos meses a 103, fueron concebidos como «un proyecto especial para La Guajira» en materia de seguridad alimentaria, afirmó el ministro, quien dijo que cada unidad requiere de una inversión de poco menos de 200 millones de pesos (unos 58.000 dólares).
«Con una inversión de menos de un millón de pesos por persona estamos resolviendo definitivamente los problemas de necesidades de agua y de nutrición del pueblo guajiro», destacó el ministro, quien hoy fue recibido con música, baile y platos típicos de esta región, golpeada por la sequía causada por el fenómeno de El Niño.
Iragorri confirmó que unas 7.000 personas han sido beneficiadas por este programa, que además ha generado unos 4.000 empleos.
EFE