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Claudia López (Bogotá, 1970) es una figura influyente de la política colombiana. Ecologista de centro, el año pasado se convirtió en la primera mujer al frente de Bogotá y en la primera lesbiana que administra una capital latinoamericana. Su cargo es un trampolín a la presidencia, pero López no concurre a las elecciones de mayo próximo. Pasó por Barcelona para estudiar las supermanzanas o el transporte, ahora que Bogotá ha creado su área metropolitana.

¿Qué copiaríamos de Bogotá?

Las supermanzanas del cuidado. Poner infraestructura y servicios sociales de la alcaldía al servicio de las mujeres cuidadoras. Un plan para que en cualquier lugar de la ciudad, a no más de treinta minutos, una mujer pueda encontrar un sitio donde dejar a las personas que cuida al cuidado de otros. En jardines infantiles, en centros de personas con discapacidad o de atención del adulto mayor, de manera que pueda tener tiempo para sí misma, para su descanso, su educación, terminar su bachillerato, acceder a educación superior, encontrar empleo o desarrollar un emprendimiento desde casa para generar ingresos.

En un país conservador como Colombia, ¿qué significa que se visibilice su condición sexual?

El mérito no es mío, es de la ciudadanía de Bogotá. No fue un tema que fuera lesbiana, sino que fuera mujer. Bogotá es la ciudad más progresista de Colombia y ha movilizado a un país conservador a tener una agenda más inclusiva, de género, de acción climática. Eso está transformando no sólo imaginarios, sino la manera cómo afrontan la vida las mujeres y, en particular, las niñas y los jóvenes en Bogotá, que saben que rompieron otra frontera. Saben que cualquier niña va a poder ser alcaldesa, presidenta de Colombia o empresaria. Su horizonte se amplía y su margen de acción también.

¿Qué motiva la revuelta social que se ha expresado en las calles de Colombia desde el 2019?

Colombia es un país en transición, que está tratando de cerrar una guerra civil, un conflicto armado muy doloroso, de más de sesenta años. Se firmó un acuerdo de paz pero, en vez de unir, dividió a la sociedad, la polarizó. Desafortunadamente, ganó un gobierno nacional cuyo mandato en las urnas fue rechazar el acuerdo de paz y ha sido muy ambiguo en su aplicación. Algo que esperábamos que ocurriera con la paz, en efecto está ocurriendo y es que en la medida en que el protagonista no fuera la guerra ni las FARC, ni los paramilitares, otras necesidades ciudadanas represadas iban a expresarse y movilizarse. La agenda por la equidad, por la igualdad, por el empleo, por la inclusión de las mujeres, por la calidad de educación de los jóvenes. La presidencia de Colombia se decidió en los últimos treinta años por lo que se hacía o no con las FARC. Era de esperar que cuando las FARC dejaran de ser un tema, la educación pasara a ser el tema, el empleo de calidad pasara a ser el tema.

¿Y por qué, pese al intento de diálogo, el presidente Iván Duque ha sido tan inflexible con las peticiones de la calle y no ha frenado los abusos de los antidisturbios?

El gobierno se ha equivocado. No solo no ha tenido un compromiso con impedir las violaciones y los abusos, sino que la impunidad es flagrante. Se ha negado a toda forma de reforma policial sustantiva, a sacar a la policía del Ministerio de Defensa. La policía de Colombia es muy profesional pero muy militarizada. Enfrentó a una guerrilla durante sesenta años y se formó en la guerra fría, en creer que las demandas ciudadanas son guerrilla y, por tanto, son ilegítimas. El Gobierno no solo ha tenido falta de compromiso, sino la más elemental falta de empatía con los jóvenes y con la sociedad que, con razón, reclama una policía más civilista, más demócrata y mejor controlada. Es un Gobierno de derechas, que depende mucho electoralmente de la base conservadora del país y siente que tiene poco margen de acción política para esa reforma. Sin duda, ha sido una equivocación y es una de las grandes deudas que deja su Gobierno.

Pero cuando Duque asumió representaba la parte más moderada de la derecha, del uribismo.

Representar una parte más moderada, justamente es estar dispuesto a reconocer y a liderar estas reformas, que además suelen necesitar de legitimidad desde dentro de la derecha para hacerse.

Queda poco para las elecciones y el izquierdista Gustavo Petro lidera los sondeos. Usted es de Alianza Verde y defiende una opción de centro para Colombia.

Trata de ser una alternativa a lo que consideramos los dos extremos de la política en Colombia: la extrema derecha representada por el uribismo y la extrema izquierda representada por Petro. Y Alianza Verde existe justamente para que Colombia no tenga siempre en cada elección que escoger, entre estos dos males, el menos peor. [Tras esta entrevista, Alianza Verde decidió no apoyar al candidato presidencial de la centrista Coalición Centro Esperanza y dejar libertad de voto, incluido el apoyo a Petro, lo que ha provocado la salida de varios de sus líderes].

Y si Petro llegara a segunda vuelta contra un candidato de derecha, ¿apoyaría a Petro como hace cuatro años contra Duque?

Lo que quisiera como ciudadana y alcaldesa es que Colombia no se vea siempre enfrentada a la tragedia de escoger entre dos males, sino que tenga la mejor opción de centro, inclusiva y respetuosa de la ciudadanía y de las mujeres.

Colombia es el único país de Latinoamérica que nunca ha tenido un gobierno de izquierda o socialdemócrata. ¿Por qué?

Colombia ha sido una anomalía latinoamericana por el conflicto armado, que retrasó la modernización del sistema político para que se compita entre opciones de centroderecha y socialdemocracia. La centroderecha estaba marcada por la sombra del paramilitarismo. Y la socialdemocracia ha estado marcada por la sombra de la guerrilla. Y para fortuna de Colombia, poco a poco vamos a ir evolucionando por fuera de esas sombras y se va a ir consolidando una izquierda más radical, una socialdemocracia o centroizquierda como la que representa el partido Verde, una centroderecha y una derecha. Ningún otro país de América Latina llegó con guerrillas hasta el siglo XXI. De hecho, en eso que llamamos la centroderecha en Colombia se ha alternado el clientelismo tradicional de diferentes partidos del bipartidismo del siglo XX, con el Partido Liberal y el Conservador, y el populismo autoritario de derecha, que fue lo que representó Álvaro Uribe a partir del 2002. Hemos estado entre la centroderecha clientelista y la derecha populista y nunca hemos llegado ni siquiera a la socialdemocracia, mucho menos a un Gobierno de izquierda.

¿Cómo va a pasar a la historia el expresidente Álvaro Uribe?

Algún día lo juzgará la historia. Por ahora lo está juzgando la justicia. Está respondiendo ante los tribunales por hechos y delitos de los cuales se le está investigando. Eso, en sí mismo, te dice cuál es su papel hoy en la historia.

¿Quiere ser candidata presidencial dentro de cuatro años?

Lo que quiero es ser una buena alcaldesa, con eso tengo suficiente.

LA VANGUARDIA