Brasil y su veterana ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, retoman la lucha contra el cambio climático
BrasilSímbolo de aquel Brasil de principios de siglo que era ejemplo mundial en cuestiones medioambientales, la ecologista y veterana política Marina Silva regresa al Gobierno para dirigir por tercera vez un ministerio que estrena denominación, el de Medio Ambiente y Cambio Climático. Silva (Breu Velho, Acre, 64 años) ha tomado posesión este miércoles en Brasilia con la misión de revertir la devastadora política implementada por Jair Bolsonaro, que ha disparado la desforestación a niveles récord en 15 años. Su intención es no solo que Brasil deje de ser un villano ambiental planetario, sino que lidere la lucha contra la emergencia climática.
La ministra que con mejores resultados combatió la deforestaciónde Amazonia regresa para reconstruir lo arrasado por el paso de Bolsonaro. «La política de cambio climático fue desmantelada hasta el punto de que Brasil se convirtió en un paria en el mundo», ha recordado Silva en su discurso en el Palacio de Planalto.
El día de Año Nuevo, tras su multitudinaria toma de posesión, Lula firmó varios decretos para impulsar la nueva política ambiental. Y la nueva ministra ha anunciado la creación de una secretaría centrada en la deforestación y otra, en la bioeconomía. La selva amazónica perdió en el último año 11.500 kilómetros cuadrados. Para entrar en el Gobierno, la política exigió que la protección ambiental sea un asunto transversal, que implique a todos los ministerios. Una demanda que Lula aceptó.
El rumbo de la política ambiental de Brasil es especialmente relevante para el planeta porque acoge el 60% de la Amazonia, que se extiende por otros ocho países vecinos. Y la mayor selva tropical del mundo contribuye a frenar el calentamiento global. De ahí su importancia. La parte brasileña acoge un tercio de los árboles y el 20% del agua dulce del planeta. Por ahora la Amazonia es parte de la solución, pero a media que pierde árboles y biodiversidad, aumenta el riesgo de que agrave el problema. Por eso, el sistemático desmantelamiento de la política y las instituciones brasileñas que protegen el medio ambiente era tan alarmante para la comunidad internacional.
Los resultados cosechados en sus anteriores mandatos y los compromisos actuales han sido respondidos desde el extranjero. Los Gobiernos de Noruega y Alemania han reactivado un fondo millonario que crearon años atrás para incentivar la protección ambiental y financiar proyectos de preservación de la selva tropical. Denominado Fondo Amazonia, quedó totalmente paralizado durante el mandato de Bolsonaro.
Silva nació en una plantación amazónica de recolectores de caucho, aprendió a leer en la adolescencia y se forjó como líder sindical y política junto a Chico Mendes, asesinado en 1988. Asume una cartera que con Bolsonaro estuvo en manos de un ministro, Ricardo Salles, que en una reunión del Gabinete en plena pandemia propuso «passar a boiada» (aprobar el vacuno en traducción libre). Es decir, aprovechar que la prensa estaba concentrada en los estragos del coronavirus para aprobar leyes que debilitaran la protección del medio ambiente.
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En su discurso, la nueva, antigua ministra ha recalcado: «Nuestras unidades de conservación (reservas naturales) fueron atacadas por personas que se sentían autorizadas por la más alta jerarquía de la República ( ) La única razón por la que el daño no fuera mayor es que funcionarios, parlamentarios y sectores de la judicatura se enfrentaron a ese proceso de desmantelamiento». Silva ha tenido un recuerdo para los que se dejaron la vida en la batalla, como los asesinados Bruno Pereira, un funcionario indigenista, Dom Philips, el periodista británico que le acompañaba, y del indígena Janildo Guajajara, uno de esos guardianes que protegen la selva en moto con flechas y la ayuda de satélites.
Durante cuatro años, Bolsonaro envalentonó a los que expolian la Amazonia, a los mineros ilegales, a los madereros ilegales, etcétera e incluso impulsó un cambio legal para anular la prohibición de explotar comercialmente las riquezas naturales de las tierras indigenas, reforma que no salió adelante.
Destacó también la ministra que retomar el protagonismo en la lucha climática contribuirá a la ratificación del acuerdo comercial suscrito entre la Unión Europea y Mercosur, lastrado por reticencias en materia ecológica. Silva ha dejado claro, como antes hizo Lula, que el nuevo Gobierno de Brasil busca apoyo y financiación internacional para proteger su patrimonio natural. La Amazonia es, además de un regulador de la temperatura palentaria, el hogar de casi 40 millones de habitantes, la inmensa mayoría pobres y sin oportunidades de prosperar por medios lícitos.
Lula, como en otros ministerios estratégicas, ha apostado por un valor seguro, alguien con experiencia contrastada de gestión. La veterana política es uno de los antiguos adversarios que se sumó a la campaña electoral de Lula para salvar la democracia brasileña de los ataques de Bolsonaro. Además, en su calidad de mujer y de evangélica, su contribución a la victoria de la amplia coalición fue importante. Unir fuerzas con el ya presidente y con el Partido de los Trabajadores (PT) supuso un acercamiento tras años de desencuentro después de que en 2008 Silva dimitiera en protesta porque el Gobierno anteponía sus proyectos de infraestructuras a la protección de la Amazonia.
EL PAÍS