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ECUADOR | Por la unidad de las izquierdas

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Por Gabriela Gallardo

En respuesta a: “Preguntas y retos para las izquierdas desde Ecuador” de Alberto Acosta y John Cajas-Guijarro

“Las herejías que debemos temer son las que pueden confundirse con la ortodoxia”. –Jorge Luis Borges

Desde el abanico de ‘progresismos’, se puede encontrar en Ecuador un progresismo barroco. La descripción es compleja, pero sin dudas la primera imagen que viene a la mente en torno a la palabra de “progresismo”, que por cierto ha tomado un especial significado en las últimas décadas, es el período de 2008 a 2017 donde el movimiento de la Revolución Ciudadana transitó en el poder. Sobre esto, es precisamente lo que trata el artículo: “Preguntas y retos para las izquierdas desde Ecuador” desarrollado por Alberto Acosta y John Cajas-Guijarro en el año 2021, el cual se concentra, particularmente, en criticar el período progresista ecuatoriano (Revolución Ciudadana) liderado por el ex mandatario Rafael Correa.

Ante esto, el presente artículo, en un primer momento busca reflexionar y criticar las afirmaciones que sentencian al progresismo latinoamericano como un proyecto embustero. En un segundo momento, el escrito reacciona ante lo expuesto sobre el proceso electoral presidencial del 2021 en Ecuador. Al mismo tiempo que señala ciertos vacíos en el análisis electoral. Finalmente, el artículo busca sumarse a las reflexiones para las izquierdas desde Ecuador.

Pero, antes de entrar en la discusión, se hace necesario explicar de dónde proviene el artículo, dado que solo entendiendo quiénes somos se pueden identificar los sesgos y las posiciones políticas1. Entonces procedemos a preguntarnos, ¿quién es Alberto Acosta? Si bien existen muchas formas de describir a este personaje ecuatoriano, quizás el de un intelectual postestructuralista es la más resumida imagen. Acosta es conocido por ser uno de los ideólogos del Partido Alianza País juntamente con Rafael Correa. Así como también, por haber ostentado el cargo de Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente donde se redactó la actual Constitución del Ecuador (2008). La misma, que por cierto, es considerada uno de los cuerpos legales más garantistas de toda la región (pues es donde se incluyeron por primera vez derechos a la naturaleza y donde se estipuló el ‘Buen Vivir’). Empero, el economista Alberto Acosta deja el proyecto político de la Revolución Ciudadana, se aparta del partido de Alianza País y se convierte en uno de los principales opositores desde la izquierda de Rafael Correa. Tal llegó a ser su escozor que en el año 2013 se presenta como candidato a la presidencia con otro partido, perdiendo rotundamente al no alcanzar ni el 4% de la votación popular. Desde entonces, su popularidad política se ha limitado a sus libros y sus diferencias han sido tales, que ha dejado de lado la posibilidad de analizar un período de diez años con matices.

John Cajas-Guijarro es un reconocido catedrático de una universidad pública en el Ecuador y actualmente candidato a Doctor por FLACSO-Ecuador. Por otro lado, no se registra ninguna afiliación o participación activa en el quehacer político en Ecuador, sin embargo, se destaca su producción académica.

Entrando a la discusión, Acosta juntamente con Cajas-Guijarro desde el inicio de su artículo inscriben que el número de correligionarios de los progresismos latinoamericanos se encuentra en claro descenso. Esto llama la atención, cuando de manera empírica, en las últimas elecciones que se han dado en la región, los progresismos en casi todos los países han resultado victoriosos. Basta con exponer lo sucedido en: Argentina, donde en el año 2019, Alberto Fernández de la mano con Cristina Fernández de Kirchner obtienen una victoria absoluta con el 48% de los votos positivos; en Bolivia el partido progresista MAS gana las elecciones dos veces, la primera, en 2019, con Evo Morales (recibiendo un golpe de Estado) y luego, en el 2020, se reafirma esta victoria con Luis Arce quien recibe el 55% de los votos; En el 2021, Chile vota a favor de dejar atrás la Constituciónde esencia neoliberal y tinte autoritario, instaurada en la década del 80 por la dictadura de Augusto Pinochet y actualmente se encuentran en una Convención Constituyente donde es una mujer activista y académica mapuche quien la lidera; las elecciones mexicanas se convierten en históricas cuando Andrés Manuel López Obrador desde la izquierda gana las elecciones con el 55% de la votación; y Perú, en el presente año, Pedro Castillo, docente, dirigente sindical, político peruano y de izquierda es declarado vencedor con el 50,13%. En el caso de Ecuador, el partido del progresismo correísta en las elecciones del presenta año alcanzó la mayor votación en una primera vuelta (32% y con casi 13% de ventaja frente a los segundos), evidenciando que es el partido político con más seguidores. En palabras de Franklin Ramírez: “la RC ratifica su primacía a nivel nacional —es el bloque parlamentario más extenso— y se coloca como eje gravitacional en la alternativa al dominio neolibera” (Ramírez, 2021, p. 11).

Por lo que, Álvaro García Linera llama a este tiempo en la región como la ‘segunda oleada progresista’.

De la misma manera, resulta reduccionista que se sitúen a los gobiernos progresistas como los grandes traidores y hasta culpables de la actual crisis del capitalismo. En palabras de los autores:

“[…] varios progresismos se han alejado de los ideales que les dieron vida, y se han impuesto desde la fuerza, el autoritarismo y hasta la criminalización a otras visiones autodefinidas como de izquierda: el progresismo devino en una “izquierda hegemónica” persiguiendo a otras izquierdas, fenómeno nada raro por cierto… Y PARA COLMO estos progresismos apenas intentan modernizar el capitalismo. ¨ (Las letras mayúsculas son mías).

Sobre lo primero: Es indubitable que los gobiernos progresistas cuando estuvieron en el poder se pelearon con otras izquierdas, pues las dinámicas del debate, las disputas personales (propias del híper presidencialismo y de líderes fuertes), las crisis de partidos por falta de ideología, el clientelismo y el toketismo son elementos de la cultura política latinoamericana. Sin embargo, esto no significa que la izquierda progresista hegemónica ha sido la única proterva. De hecho, no se justifica que se sitúen a los grupos de izquierda entre buenos y malos, ya que para cada caso el actuar de las partes ha sido muy cambiante y la coherencia por alcanzar buenas causas no siempre se ha mantenido en uno de los distintos grupos de izquierda. A modo de ejemplificar lo enunciado, se procede a describir ciertos acontecimientos entre las izquierdas en Ecuador.

Un ejemplo, más acercado a la coyuntura. En la actualidad dentro del parlamento ecuatoriano, ciertas izquierdas han preferido apoyar a la derecha del actual Presidente Guillermo Lasso. Tal es el caso, que el partido Pachacutik (partido indigenista) decidió unirse, en las primeras votaciones de este año en el Parlamento, con la extrema derecha de Guillermo Lasso y hasta, de manera simbólica, difundieron un discurso desde la Presidencia de la Asamblea que patrocina a la derecha y la sitúa igual que a la izquierda; además menciona que hay que unirse a gobernar desde el país del encuentro y la reconciliación que propone el Presidente Lasso.

“La palabra izquierda no es mala ni la palabra derecha”

Guadalupe Llori (Presidenta de la Asamblea Nacional-Partido Pachacutik)

Del mismo modo, actuó una parte de la bancada correísta en el parlamento, intentando pactar con el Partido Social Cristiano (su eterno opositor desde la derecha conservadora) una unión entre estos dos partidos.

Otro caso destacable se dio en la segunda vuelta electoral, en el cual el candidato del partido de la Izquierda Democrática, Xavier Hervas (quién terminó en cuarto lugar en la contienda electoral), hizo un llamado para votar por el candidato de la derecha a pesar que doctrinariamente se han definido como progresista y que por el nombre de su partido tenía más coherencia acercarse al correísmo liderado por Andrés Arauz.

Por otro lado, el texto afirma que el progresismo correísta durante las elecciones buscaba ‘subordinados no aliados’. La respuesta está en que días antes de la segunda vuelta, el Presidente de la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), Jaime Vargas, se muestra favorable al pedido de Andrés Arauz de unirse como aliados en un posible periodo presidencial. Sin embargo, a los pocos días, la CONAIE se pronuncia desconociendo esta alianza. La pregunta es: ¿tiene Andrés Arauz como representante del correísmo la culpa o la CONAIE por tener un Presidente que no actuó en función de todxs sus mandantes? Entonces, a pesar de las pruebas que muestran que la Revolución Ciudadana intentó convencer y conseguir una alianza como iguales, los autores prefieren culpar solo a una de las izquierdas. Cosa muy distinta sucede a la interna cuando se práctica la política.

Como sea, lo que se pretende dejar por sentado, es que no han existido ‘buenos ni malos’ de manera uniforme y, menos decir que los gobiernos progresistas se pelearon con otras izquierdas por su autoritarismo desenfrenado. Pero sobretodo, resulta muy peligroso situar a los buenos y los malos dentro de la misma izquierda, cuando los protervos inaceptables son los que se encuentran afuera defendiendo los intereses no de una persona sino de los grandes capitales que en medio de una crisis económica y sanitaria encuentran la forma de ingresar sus agendas neoliberales. A veces hay que escoger entre el mal menor y esto significa ceder para no dar paso a la victoria de las derechas. Hay que aprender de lo que está sucediendo en Chile tanto en la Consulta como en el proceso electoral. Todas las izquierdas se han unido y sin destruir diferencias, han superando la división.

Tampoco es tan cierto que “en medio de esa vorágine económica y política neo-neoliberal, se desperdició una gran oportunidad para realizar auténticas transformaciones estructurales” o que apenas se buscó modernizar el capitalismo cuando las cifras comprueban que existió, durante la primera oleada progresista, reducción de la pobreza y extrema pobreza (caso Brasil2, Ecuador3 y Bolivia4), políticas a favor de los trabajadores, políticas que afectaban a los grandes capitales, cambios trascendentales en los marcos legales, promoción de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) como una apuesta regional contra el imperialismo, frenos al capital financiero y confrontación al FMI, entre otras. Además, el capitalismo ha tenido siglos para desarrollarse por lo que resulta injusto pensar que un sistema postcapitalista pueda darse en tan solo dos décadas. Entonces, si bien Acosta y Cajas-Guijarro indican que: “rechazan análisis simplistas que achacan todos los problemas al progresismo”lo único que le apuntan en su artículo es la falta de una visión más amplia que permite poner casi en peores términos a un gobierno progresista que uno de derecha extrema: fehacientemente no es lo mismo un gobierno dirigido por Bolsonaro que por Lula. Basta con ver la explotación de la selva brasileña, el manejo de la pandemia y los discursos conservadores contra la comunidad gltbi+ o las mujeres. Como tampoco Macri es igual a Fernández, ni el gobierno de Guillermo Lasso es el mismo que pudo ser el de Andrés Arauz.

En otro momento, el artículo: “Preguntas y retos para las izquierdas desde Ecuador”, apunta a analizar las elecciones presidenciales llevadas a cabo en el año 2017 y las últimas realizadas el presente año (2021) en el Ecuador. Sobre las elecciones de 2017, es conocido que Lenin Moreno gana las elecciones con el partido del correísmo: “Alianza País”, pero es aún más famoso que Moreno traiciona al partido y se convierte en el gran líder de la derecha. Sobre esto, los autores, Cajas- Guijarro y Acosta, afirman que “el correísmo nunca se hizo políticamente responsable de haber dado a Moreno la oportunidad de gobernar y terminar consolidando la marcha del Ecuador hacia el neoliberalismo”.

Si bien está claro que quién posibilitó que Lenin Moreno llegará a la presidencia cometió un colosal error. Es decir, el partido hegemónico de ese entonces ejecutó una falta que le llevaría a su casi autodestrucción de su proyecto político y a una cacería de brujas contra sus propios simpatizantes. Sin embargo, resulta una absurdo declarar que el correísmo no se hizo responsable de lo mencionado, pues cualquiera que se encontró en Ecuador en esos años pudo evidenciar que Moreno gobernó con la derecha y que su gran enemigo, y al principio el único, fue la Revolución Ciudadana. Como prueba se puede observar como fueron las votaciones en la Asamblea Nacional y los continuos discursos del propio Rafael Correa en contra de Lenin Moreno. Múltiples fueron las ocasiones en las que los dirigentes de la Revolución Ciudadana ofrecieron disculpas públicas al pueblo ecuatoriano por haber puesto a Lenin Moreno como candidato a la presidencia del Ecuador. Por lo que, resulta falso que el correísmo nunca se hizo políticamente responsable, cuando todos sus esfuerzos se concentraron en desmentir y rechazar las políticas de derecha de Moreno. Más bien habría que preguntarse, ¿qué estuvieron haciendo las otras izquierdas para no facilitar una muerte cruzada, cuando Lenin Moreno aprobaba una mal bautizada ‘Ley Humanitaria’ que permitió que los trabajadores se queden indefensos al ser despedidos de sus trabajos en medio de una pandemia?

En cuanto a las elecciones del año 2021 en Ecuador, vale anotar puntos que no se dijeron en el artículo de Acosta y Cajas- Guijarro:

El escrito confronta el razonamiento que emite Emir Sader acerca de por qué ganó la derecha. Sader señala que la derrota electoral se debió a la falta de unidad de una izquierda mayoritaria que se dividió por contradicciones secundarias. Acosta y Cajas-Guijarro cuestionan este argumento exponiendo que existe desconocimiento de Sader y de otros al afirmar que todos los partidos de izquierda son realmente de izquierda y, sobre todo, que las contradicciones secundarias no son secundarias. Sobre lo primero, resulta discordante que el mismo Acosta y Cajas-Guijarro cierren su artículo proponiendo que se discuta en el país y entre los movimientos-partidos-ciudadanas, qué es la izquierda. Entonces, primero parecería que deberían responder esta pregunta antes de cuestionar a Sader de desconocer quiénes son de izquierda. En todo caso, lo que es un hecho es que en Ecuador la derecha ganó y una derecha conservadora encabezada por un banquero. En términos pragmáticos y lógicos Sader no se equivoca al decir que se perdió por no unirse, pues en la práctica es lo que pasó. En cuanto a si fueron contradicciones secundarias, solo hay que regresar a ver que pasó en el Paro Nacional de octubre de 20195. Las contradicciones parecerían ser superadas cuando las izquierdas decidieron unirse contra el neoliberalismo y ante un gobierno autoritario de derecha.

Llama la atención que el artículo no menciona nada sobre el lawfare, cuando éste ha sido un caso ejemplar de cómo opera el sistema judicial y electoral contra los gobiernos progresistas. No se podía dejar desapercibido, que la Corte Nacional de Justicia ecuatoriana sentenció a Rafael Correa en diecisiete días y en medio de una pandemia (obviamente esto para nada era prioridad cuando cientos de ecuatorianxs morían de covid-19 y sus cadáveres se encontraban en las veredas de Guayaquil de manera inhumana). Además, en tiempos legales lo habitual es que un veredicto de este tipo tarde meses en emitirse. No quedó duda, que todo esto fue orquestado para impedir que el exmandatario pudiera ser candidato en las elecciones de 2021, donde muy probablemente ganaba las elecciones. De igual manera, el artículo no menciona la eliminación del partido correísta o el exceso de días que se tomó el Consejo Nacional Electoral para decidir si Andrés Arauz podía ser candidato. La inscripción del binomio correísta tomó semanas, tiempo en el cual se aventajaron sus rivales electorales. De modo que, en la última convención del partido de la Revolución Ciudadana, Virgilio Hernández exhortó que no se puede hablar de democracia radical sino se empieza por respetar la democracia representativa. En resumidas cuentas, está muy bien debatir sobre la renovación, la alternancia en el poder, pero sin dejar de pelear por la justicia que debe ser igual para todxs. Lo que sucedido debió escribirse en el artículo de Acosta y Cajas-Guijarro dado el nivel de detalle en los comentarios para estas elecciones. Su silencio convierte a su análisis electoral como fragmentario e incompleto.

Acosta, no solo lo ha manifestado en su publicación, sino en varias ocasiones que hay que superar el culto a las personas, refiriéndose al personalismo de Rafael Correa. A lo que faltaría sumar, que hay que superar el híperpresidencialismo que tenemos en Latinoamérica. Sin embargo, sobre esto se evidencia una clara contradicción pues sorprende que en casi todo este texto, la figura de Correa toma protagonismo. Pues si bien es lúcido mencionar en su análisis al expresidente, no se entiende por qué deja de lado revisar, describir o comentar sobre Andrés Arauz cuando fue él, el candidato a Presidente y no Correa. Vale anotar que, en la segunda vuelta electoral, la campaña de Arauz se enfoca en él y el exmandatario toma un período de silencio y distanciamiento. Empero, vale acotar (que salvo por el caso de Arauz) el partido, al igual que muchos otros de izquierda, no han logrado formar, renovar o promocionar nuevos cuadros políticos de la manera que se debe para una renovación política.

Adicionalmente, Acosta y Cajas-Guijarro indican que en el caso ecuatoriano el eje derecha-izquierda (oficiales) ha ido deslizándose más y más al campo conservador. Andrés Arauz demostró, quizás no en la magnitud que el mismo quería o debía, tener una agenda feminista, ecologista, decolonial y de izquierda. De hecho, Arauz se declaró feminista a los pocos días de iniciado el período de campaña y contó dentro de su equipo del plan de campaña con personas que defienden estas verdaderas luchas contrahegemónicas. Asimismo, Arauz es conocido a nivel internacional por ser un economista heterodoxo que rechaza los tratados bilaterales de inversión y que escribe de manera crítica sobre el capitalismo financiero. Tampoco nada se dijo de las injurias que se presentaron contra Arauz como que el movimiento guerrillero colombiano Ejército de Liberación Nacional (ELN) financiaba su campaña o que iba a desdolarizar el país. En conclusión, el protagonismo que ellos critican de Correa es el que ellos mismos le dan.

Sobre la votación nula parece trascendental hacer visible la inconformidad que tiene una gran parte de la población no solo en Ecuador sino en el mundo en torno a la democracia representativa. Sin embargo, el artículo de Acosta y Cajas-Guijarro no revisa ni analiza la votación nula o este sentir de inconformidad popular desde una perspectiva feminista. Como muestra de lo dicho, los autores dejan de lado mencionar que de los votos nulos (1,76 millones-16,2%) la mayoría fueron de mujeres. El 54.33% de los votos nulos fueron de mujeres frente al 45.67% de hombres. Esta diferencia de casi 10 puntos no es menor dado que no solo se rechaza al correísmo o a la derecha sino que podría estar mostrando un voto castigo y un rechazo al propio sistema que cada vez más tiene dificultad para esconder las desigualdades que tienen las mujeres y las diversidades sexo genéricas. No olvidemos que las personas más pobres del Ecuador son mujeres jóvenes, indígenas y de la ruralidad. Además, que las elecciones de 2021 también demostraron que en el Ecuador, la democracia es patriarcal.

Finalmente sobre las elecciones ecuatorianas del 2021, el apartado de Acosta y Cajas-Guijarro afirma que el correísmo fue cómplice de un fraude electoral contra Yaku Pérez, el candidato del partido indígena, por parte del Consejo Nacional Electoral. Institución que jugó un rol transcendental para decidir que era Guillermo Lasso y no Pérez quién pasaba a la segunda vuelta electoral. La crítica no está en refutar que existió un probable fraude electoral ni que era Pérez el que ganaba en una segunda vuelta contra Arauz, sino en atribuirle al correísmo complicidad cuando las pruebas demuestran lo contrario. Por ejemplo, es de conocimiento público que en la primera intervención de la segunda vuelta, Arauz denuncia las irregularidades en el proceso electoral que favoreció a Guillermo Lasso. También en el debate presidencial, el candidato del correísmo insiste en reclamar que quien debería estar en el debate y en la papeleta impresa, era el candidato Pérez. Además, el correísmo es el único partido que no tenía consejeros aliados en el Consejo Nacional Electoral.

A modo de cierre sobre las elecciones y desde una visión pragmática, vale enfatizar que ahora es Guillermo Lasso quien se encuentra al frente del Gobierno y ya ha empezado con reformas a favor de los capitales. Solo como ejemplo, en las últimas semanas el actual mandatario ha dispuesto que no se cobren impuestos a las herencias, que el Ecuador firmará todos los acuerdos comerciales internacionales que pueda, que se eliminarán impuestos a la salida de divisas, que se termina la gratuidad para la nivelación universitaria y que sean las propias instituciones educativas las que se regulen entre sí. Lo cual jamás habría ocurrido sí Andrés Arauz ganaba las elecciones del 2021. Le faltaron menos de 5% (irónicamente el 5% de las otras izquierdas).

Los economistas, Alberto Acosta y John Cajas-Guijarro, dedican varias páginas de su ensayo para describir el incremento de la pobreza del Ecuador y las medidas de austeridad en contra de los ecuatorianos durante el gobierno de Lenin Moreno. Para después pasar a enlistar las acciones que pusieron en peligro a la madre naturaleza. De lo cual no hay nada que objetar y, por el contrario, aplaudir su denuncia.

Quizás sobre si el Buen Vivir lírico, hay que sugerir que las críticas sobre éste deben ser más constructivas. Una investigación reciente de Vercoutere y Mantilla (2021) donde se analiza todo lo producido sobre el Sumak Kawsay, determina que el concepto se encuentra en ‘decadencia’ dado que éste también se sostenía de una agenda política y que con la llegada de Lenin Moreno y de gobiernos de derecha, es cada vez más escaso lo que se encuentra sobre Sumak Kawsay o Buen Vivir. Pues sin duda, uno de los mayores logros de la Revolución Ciudadana fue crear un imaginario colectivo, incluso a nivel internacional, relativo a la convivencia en armonía con la naturaleza, que otro modelo de desarrollo no eurocéntrico es posible y que los saberes ancestrales siguen jugando un rol fundamental. Fue precisamente el gobierno del progresismo el que propuso una iniciativa para no explotar el Yasuní-ITT, el que puso al Buen Vivir o Sumak Kawsay en la Constitución, el que promovió los derechos a la naturaleza, el que dispuso que las regalías del petróleo se queden en el Ecuador (antes a este periodo el 99% de las ganancias extraordinarias del petróleo salían al extranjero) y el que planteó en sus planes de gobierno una nueva matriz productiva para una transición hacia la no dependencia principal de los recursos naturales. Empero, con esto no se busca defender lo indefendible, pues también es una real que el neoextractivismo fue mantenido por este gobierno progresista. Como también, es cierto y bien descrito por Alberto Acosta y Cajas-Guijarro como se voictoeó desde una ala del progresismo correísta el proceso de una consulta popular en contra de la explotación del Yasuní Itt. Bien lo dice el profesor Henry Veltmeyer: entre más extracción menos democracia.

En todo caso, no se puede dejar de reconocer que en el Ecuador lo simbólico insertado por un gobierno progresista también fue importante para construir otras subjetividades que no existían y que ahora permiten, sobretodo en los jóvenes y en las comunidades indígenas y campesinas, proponer otras alternativas de desarrollo y convivencia. El 70% de los jóvenes rechazan la explotación del Yasuní Itt (De acuerdo con la Encuesta de Participación Política de Jóvenes, 201).

Finalmente, y a modo de cierre, Cajas-Guijarro y Acosta proponen que nos detengamos a discutir qué es la izquierda en términos donde todxs puedan entender. Si bien esto suena acertado, se debe preguntar si la izquierda empieza a ser obsoleta como discurso y si en su lugar resulta más atractivo concentrarse en construir otra propuesta política entre todxs (sobre todo desde lxs de abajo) y desde palabras más cercanas a la gente como: dignidad, igualdad, justicia social y comunidad. Con además nuevos cuadros formados, que tengan nuevos proyectos y no improvisación y que puedan ilusionar sobre todo a lxs más jóvenes. Una nueva propuesta política donde además de pelearle al capitalismo se ensamblen otras luchas colectivas: los feminismos, el ecologismo y el decolonialismo. No puede ser posible que las últimas votaciones sobre la defensa de tiburones (Ley de Moratoria), los únicos que votaron a favor fue el partido de la derecha (CREO) y que sobre el aborto por violación ninguna izquierda tome la bandera. Empero, tampoco esto significa que se deje carta abierta a las políticas identitarias sin consciencia de clase y que esté bien acomodarse al discurso de ni de izquierda ni de derecha. Por el contrario, es momento de un nuevo paraguas y ese debe ser el del progresismo para construir algo más potente y más completo en términos ideológicos.

En cuanto a la realpolitik, ya no se puede hablar de hegemonía entre las izquierdas porque ninguna la tiene por separado. Por consiguiente, la única alternativa que tienen para que la derecha no siga con sus antojos neoliberales es unirse y para unirse lo primero que tienen que hacer es verse como iguales. Además, no es el tiempo ni la coyuntura, en medio de tiempos donde la pobreza y la pobreza extrema crecen cada vez más a causa de la crisis sistemática que provoca el capitalismo (agudizado por una pandemia sin precedentes), para dejar afuera a alguien que quiera pelearse cara a cara contra el capitalismo como parecería que Acosta y Cajas-Guijarro pretenden promover con dejar de lado a la Revolución Ciudadana. Empero, la Revolución Ciudadana también debe comprender que sin indígenas no se tiene completa la cúpula dentro de un partido de izquierda y que la dedocracia al escoger lxs más fieles corre el riesgo de no escoger a lxs mejores para el país.

En todo caso, después de la victoria de la derecha ecuatoriana, es adecuada la reflexión y la crítica, pero sin olvidarnos que el verdadero desafío no es dividirnos más, ni excluir a unxs, sino, todo lo contrario, es tiempo de unidad. Pues, solo juntxs somos más fuertes: “Aceptar que nadie lo sabe todo, pero que entre todxs podemos aprender algo”.

Para terminar, Acosta y Cajas-Guijarro dicen que “la realidad a veces es tan desesperanzadora que procesos políticos reformistas de pocos avances terminan presentándose como lo mejor dentro de lo posible… negando, de facto, uno de los ethos de la izquierda: ser una fuerza política transformadora que anhela alcanzar lo imposible”. Todo esto tiene sentido en el mundo de las ideas pero en el mundo terrenal no hay espacio para despreciar las reformas a favor de la gente y de la naturaleza. Además, si bien es importante soñar en utopías y poner objetivos imposibles, también es substancial el accionar en el tiempo actual y bajo las circunstancias presentes. Los economistas señalan que a veces la izquierda es latosa, extremadamente aburrida y demasiado moralista. Por lo que, se recomienda hacerse cargo de su propia autocrítica.

En cualquier caso, la gran conclusión es que resulta más beneficioso criticar y oponerse a la derecha, a los grupos conservadores, a las élites y a los grandes capitales financieros que avanzan como dueños de sus casas en el Ecuador y en Latinoamérica, antes que atacar a quienes podrían unirse contra ellos. De modo que, el mayor reto de las izquierdas hoy en día es superar el odio entra las izquierdas. Otro Paro de Octubre de 2019 es posible, donde las diferencias pasan a un segundo plano y lo que verdaderamente importa se hacer más claro. Solo juntxs somos más fuertes.

Fuentes:

Acosta, A. y Cajas-Guijarro, J. (2021). Retos y preguntas para las izquierdas desde Ecuador. Rebelión.

CPR. (2017). Ecuador tras diez años con el presidente Correa: un nuevo informe analiza los indicadores claves, las reformas y los cambios de política. Extraído de: https://cepr.net/press-release/ecuador-tras-diez-anos-con-el-presidente-correa-un-nuevo-informe-analiza-los-indicadores-claves-las-reformas-y-los-cambios-de-politica/, el 10 de agosto de 2021.

Ramírez, F.. «Elecciones Ecuador 2021: entre la despolarización lenta y el retorno de la ‘Gran Batalla’.» Análisis Carolina 13 (2021): 1.

Salama, P. (2010). Brasil, el legado económico de Lula: éxitos y límites. Revista Ciclos, 19(37-38), 3-18.

Veltemeyer, H. (2021) América Latina en la Vorágine de la Crisis:Extractivismos y Alternativa. Calas.

1 La autora se denomina como una joven feminista, ecologista, de izquierda y candidata a PhD por la Universidad de Groningen y Universidad Autónoma de Zacatecas; ha sido becada, tanta la maestría como el doctorado. Colaboró en las elecciones presidenciales 2021 a favor del candidato Andrés Arauz. En el pasado se desempeñó como asesora de políticas públicas en la Secretaría de Educación Superior, Ciencia y Tecnología y fue dirigente estudiantil universitaria. Ex Presidenta de la FEUCE-Q y miembro de la FEUPE.

2 Se produjo una reducción importante de la pobreza, a pesar de que las transferencias sociales resultaron aún modestas. El nivel de pobreza en Brasil fue evaluado en un 35% en 1999. Más tarde, ese porcentaje declinó: 26,9 % en 2006 y 25,1 % en 2007 según los indicadores oficiales brasileños de encuesta de hogares. Esta disminución es indiscutible, y tuvo lugar fundamentalmente durante la presidencia de Lula. (Salama, 2010, p. 10)

3 De acuerdo al Centro de Investigación en Economía y Política (CEPR), en Ecuador en los diez años transcurridos desde que Rafael Correa, La desigualdad disminuyó sustancialmente, medida mediante el coeficiente de Gini (del 0,55 al 0,47) o mediante la ratio entre el 10% más rico y el 10% más pobre en la distribución de la renta (de 36 a 25, hasta 2012) (CEPR, 2021).

4 Hasta el golpe de Estado que siguió a Evo Morales y su régimen progresista (en noviembre de 2019), Bolivia sigue registrando una tendencia hacia el crecimiento económico. En 2013, cuando la economía de Brasil había colapsado con una tasa cero de crecimiento, Bolivia experimentó unatasa de crecimiento de 6,8 por ciento a pesar del descenso en los precios de las commodities desdeabril de 2011, con los precios del estaño en 2013 cayendo un 14 y la plataun 28 por ciento. (Veltemeyer, 2021, p. 22).

5 Desde el 2 de octubre al 13 de octubre de 2019, en Ecuador se resenta una ola de movilizaciones a nivel nacional tras el anuncio de ciertas medidas económicas neoliberales que afectaban a las clases populares por parte del gobierno de Lenin Moreno.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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