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Carolina Tohá: «La izquierda debe asumir sin complejos que algunas de sus recetas han quedado totalmente cortas»

Chile

La candidata presidencial del PPD y del Partido Radical, de la izquierda moderada, aspira a llegar a La Moneda en marzo de 2026. «En Chile la gente no quiere tener un modelo como el de Nicaragua, Venezuela o Cuba», dice la exministra del Interior de Boric

La politóloga Carolina Tohá (Santiago, 59 años) se medirá en las primarias oficialistas el próximo 29 de junio, cuando la izquierda y centroizquierda defina a su abanderado único para las elecciones presidenciales de diciembre. El 4 de marzo renunció al ministerio del Interior del Gobierno de Gabriel Boric, donde estuvo desde septiembre de 2022 para dedicarse sobre todo a la frenar la inseguridad pública, la principal preocupación de los chilenos. Es militante del PPD, de la izquierda moderada, un partido fundado en 1987 por el expresidente Ricardo Lagos (2000-2006), que respalda su candidatura.

Hija de José Tohá, exministro de Defensa de Salvador Allende, asesinado por la dictadura militar en marzo de 1974 -Carolina tenía ocho años- en los últimos 25 años ha sido diputada, ministra y alcaldesa. La entrevista con EL PAÍS se realiza en una cafetería cercana a su departamento en el barrio Lastarria, en el centro de Santiago. Carolina Tohá, durante la entrevista. SOFIA YANJARIPregunta. ¿Cómo está Chile? Respuesta. Chile tiene una posición expectante. Ha pasado años difíciles y ha tenido una capacidad de sobreponerse muy superior a lo que se podía diagnosticar. Hacia adelante debe tomar definiciones respecto al ciclo que viene. Llevamos varios gobiernos oscilando entre izquierda y derecha, dos procesos constitucionales -uno ganado por un sector y otro por el otro- y hay que preguntarse si lo que corresponde es volver a hacer alternancia y volver a cambiar de timón o, más bien, hacer una apuesta a recomponer en un proyecto nacional más convocante y amplio que nos saque de las trincheras en las que hemos estado encerrados los últimos 15 años.P.

El cuadro internacional pone nuevos desafíos para Chile, un país de economía abierta. R. Por las características que tiene nuestro país, tiene una necesidad de un liderazgo fuerte que permita tener las fuerzas de la sociedad cohesionadas para navegar en mares tan turbulentos. Son turbulentos para todos los países, pero con una economía tan abierta como la nuestra, el contexto le puede afectar en especial. O también lo puede aprovechar, si tiene inteligencia y claridad.P. Desde 2010, en Chile gobierna la derecha y luego la izquierda. Después de Boric, ¿por qué no sería buena la alternancia nuevamente?R. Siempre voy a pensar que es mejor un Gobierno progresista que uno de derecha. Pero, en particular, no veo a la derecha chilena entendiendo que este ciclo de recetas que se reiteran y que no causan cohesión, que no suman, que apuntan a deshacer lo que se hizo en el mandato anterior -tan probado en Chile- ha frustrado las expectativas de la población.

Veo a la derecha reiterando ese círculo en lugar de tratar de romperlo. Pero el tema no es que ya hemos tenido alternancia…P. ¿Cuál es el problema?R. Que con todos estos cambios de Gobierno no hemos logrado volver a establecer ciertos horizontes compartidos como país, propósitos comunes para la etapa que viene, visión de cómo se retoma un ritmo mayor de crecimiento, cómo eso se hace convivir con las demandas sociales que existen y cómo se enfrentan los temas de seguridad, que son de tanta importancia en la población y que han sido un tironeo permanente en todo este tiempo. Lamentablemente, veo a la derecha en esta vuelta electoral yendo por las mismas otra vez.P. ¿Cuáles son las prioridades de su candidatura? R. Hemos hablado de tres ejes. El primero, de progreso. Creemos sin ningún tipo de complejo que se requiere un ciclo de apuesta a mayor crecimiento en Chile. Es un problema de sostenibilidad social.

Segundo, un eje de bienestar compartido. Me refiero a todos aquellos requisitos básicos que tenemos para vivir tranquilos y que no se resuelven con cada uno rascándose solo, sino teniendo sistemas sociales acordados. Y un tercer eje: la seguridad, que se ha transformado en una piedra angular de la cohesión, confiabilidad y de la posibilidad de mirar al futuro. Cuando la gente tiene miedo se retrotrae y le cuesta mucho confiar y construir con los otros. P. Usted, como ministra del Interior, tuvo que dedicarse de lleno a la inseguridad pública. R. El tema de la seguridad históricamente no parecía ser algo tan central en las propuestas progresistas y en los últimos años se ha entendido que cuando hay una sensación de vulnerabilidad desde el punto de vista de la seguridad, es muy difícil avanzar en cualquier agenda de equidad social, de cohesión, se fragiliza la democracia y tiene impactos económicos.

No es un tema programático más, sino un eje para que la sociedad esté en equilibrio y pueda proyectarse hacia adelante.P. ¿Usted se define como una mujer de izquierda o de centroizquierda? R. Me defino como una mujer de izquierda, pero creo que hay muchas izquierdas. P. ¿Cuál es su izquierda? R. Soy una persona de izquierda que vengo de la raíz socialdemócrata. Pero también me identifico con la marca socialismo chileno. Y creo que la izquierda que tenemos que construir hoy tiene que ser una izquierda moderna, que asuma sin complejo que la trinchera ideológica y las recetas de las que hemos estado tan encariñados, hoy día han quedado totalmente cortas para el mundo que tenemos. Una izquierda mucho más pragmática y ligada a la solución de problemas de la vida de las personas, que logre conectar, que se haga cargo de la distancia enorme que hay de la ciudadanía con el lenguaje y la deliberación política y que, al mismo tiempo, recoja la linda tradición del progresismo que ve en el futuro una oportunidad y se juega por conducirlo.

No arranca del futuro, ni lo transforma en una lista de puras amenazas, como hoy día muy frecuentemente vemos. Creo que sin adueñarse del futuro y de las tendencias que trae, estamos condenados a que florezcan populismos y todo tipo de política reaccionaria. Carolina Tohá con el Presidente de Chile, Gabriel Boric.P. ¿Cuáles son aquellas recetas que la izquierda abrazó durante décadas y que hoy no sirven?R. En particular en lo que se refiere a cómo conviven y se complementan el Estado y el mercado, hay que tener una enorme flexibilidad. Hay que tener mucha creatividad. Hay que generar modelos de colaboración distintos. En segundo lugar, la izquierda tradicional se desarrolló bajo una mirada de un proyecto universalista pensado para una sociedad industrial. Y cuando ese orden social empezó a perder representatividad, fue reemplazado por un listado de causas grupales. Pero ni la primera receta original ni la de las causas identitarias son las que se requieren hacia el futuro.

En la sociedad que tenemos que promover, no puede haber espacio para la discriminación contra la diversidad sexual o para la invisibilización de los pueblos indígenas, por ejemplo. Pero eso es muy distinto a decir que la izquierda es un conjunto de temas de distintos grupos, que es lo que ha tendido a aparecer en parte del mundo el último tiempo.P. ¿Cuáles son las consecuencias?R. El daño no se ha producido por tomar las causas de los grupos discriminados, sino por la pérdida de conexión con la vida cotidiana de la mayoría de las personas que trabaja, trata de sacar adelante su vida, no se identifica con nada en particular y siente que su cotidianidad y sus problemas van quedando fuera de la agenda y quedando en último lugar de la lista. P. Es lo que ha ocurrido también en Chile. R. El problema es que hay ciertas izquierdas que han estado muy silenciosas o que no se han renovado o que han estado acomplejadas.

La familia de la que yo vengo, la socialdemocracia y el socialismo chileno, en los últimos 15 años ha tenido una baja capacidad de poner su mirada en el debate, de interlocutar con las otras familias de amplias de esta izquierda respecto a qué proyecto le conviene a Chile. P. Volvamos al crecimiento. ¿Hay parte de la izquierda chilena con ciertos complejos? R. Sí, o sea, hay la idea de que se puede lograr progreso social apostando exclusivamente a la redistribución de la riqueza que hoy hay. Pero la experiencia histórica muestra que se logra mucho más redistribución cuando la torta está creciendo que cuando está estancada. Cuando la torta está estancada cuesta mucho hacer redistribución. No es que no se pueda, pero se avanza poco, se avanza con mucho esfuerzo y a veces se retrocede. P. ¿Cuáles son las diferencias entre su candidatura y las otras que se medirán en primarias? R. A mí me gustaría poder hablar de lo que pienso y el Socialismo Democrático es de una familia de ideas donde se considera fundamental el rol del Estado y se considera fundamental el rol del sector privado.

No solo eso, sino que para el mundo de hoy, consideramos muy importante la colaboración entre ambos y desarrollar modelos distintos para contribuir a la solución de problemas públicos, sociales y abrir oportunidades económicas. En el resto de la izquierda tiende a haber un poco más de reticencia con el sector privado. P. ¿Cómo se instala usted respecto al Gobierno de Boric, del que fue parte? Un eventual Gobierno suyo, ¿será de continuidad respecto de este o no?R. Ha sido de tal magnitud el cambio que hemos tenido en el ciclo chileno y en el contexto global, que sería muy fuera de lugar pensar que podemos continuar por el mismo camino. En segundo lugar, este es un Gobierno que se ha hecho sostenible sobre la base de una serie de condiciones muy coyunturales. Pero que si uno quiere tener un nuevo gobierno, hay que construir una mayoría que el actual no tiene. Entonces, si uno quisiera hacer continuidad de lo que este Gobierno es, es equivalente a decir, entonces, no vamos a ser Gobierno.

Esa es la verdad. Si uno quiere ser Gobierno, tiene que construir un proyecto de mayoría. O si no está diciendo: «Ya, yo me despido y que otro gobierne». Y tercero: hay muchos aprendizajes en esta experiencia y hay que ponerlos en valor para una propuesta hacia adelante. Porque lo que tenemos por delante es otra etapa. Chile ha tenido una ausencia de propósitos comunes hace mucho tiempo. Y en la próxima etapa, o los genera y se enriela para que cada sector haga su aporte, o vamos a empezar a asumir ya como una realidad el que quedamos enfrascados en este loop.P. La centroizquierda tuvo un quiebre tras el segundo Gobierno de Bachelet (2014-2018). El Socialismo Democrático y la Democracia Cristiana, que gobernaron tras la dictadura, siguieron caminos separados. R. La centroizquierda tuvo un quiebre, que no se ha terminado de resolver y que hay que reparar. En parte tiene que ver con los partidos, pero también tiene relación con esa sociedad que no se identifica políticamente y a la cual el progresismo le ha hablado poco.

O sea, si un mérito tiene la ultraderecha -y gran parte de su avance es por eso- es que ha tenido una persistencia en hablarle al público despolitizado y acercarse a él y recoger su subjetividad. En aquello la izquierda ha estado tarde y poco. P. La candidata del PC, Jeannette Jara, ha dicho que Cuba tiene una democracia diferente, aunque el presidente Boric ha condenado lo que ocurre en países como Venezuela, Nicaragua o la misma Cuba. ¿Usted qué opina?R. Creo que no es una democracia. Y el rumbo que el presidente Boric ha planteado muestra que existe la posibilidad de un proyecto de izquierda que no cae en los casilleros habituales y, particularmente, no compra lo que ha propuesto una parte de la izquierda latinoamericana que está ligada a proyectos fallidos. Que no solo no tienen democracia, sino que han traído miseria a sus países. P. ¿Cree que importa tomar posición en estas materias?

R. Importa porque si uno está proponiendo una alternativa desde el progresismo hacia el futuro, tiene que poder mostrarle a la gente a qué se quiere parecer. Y si la gente dice «ustedes quieren ser como Nicaragua», realmente es muy poco lo que podemos entusiasmar, convencer y ser una propuesta seria. En Chile la gente no quiere tener un modelo como el de Nicaragua, no quiere tener un modelo como el de Venezuela, no quiere un modelo como el de Cuba. Evidentemente no hay modelos exactos de cómo queremos ser, somos un país particular, pero tenemos que poder decir: «Nosotros no somos esa izquierda, no creemos en ese proyecto, no es nuestro modelo». Hay que decirlo sin ambigüedad ninguna. No hay traición en eso.

EL PAÍS

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