Radicalizar la democracia
ArtigosMónica Xavier
Partido Socialista de Uruguay
Secretaria general del Partido Socialista de Uruguay, senadora de la República y presidenta del Frente Amplio entre 2012 y 2015
El socialismo es a la vez proceso y resultado. Nosotros luchamos por la igualdad de oportunidades a través de una democracia afirmada en lo político, capaz de extenderse progresivamente a lo económico-social.
Las políticas de distribución desarrolladas sobre las bases de estados de bienestar tienen su expresión más notoria en regiones europeas, tan notorias como la posición favorecida que tiene ese mismo continente en términos de intercambio económico a nivel mundial. La versión escandinava del sistema de bienestar traduce la más tangible conjunción de libertad y justicia social que ha producido la humanidad hasta el presente.
Allí se configura la aplicación práctica del paradigma social fundamentado en la distribución, al que atendemos quienes perseguimos la igualdad. Estas experiencias son un buen ejemplo para profundizar en todo lo que avanzamos en esta década, ya que lograron alto desarrollo educativo, tecnológico, industrial, protección de los trabajadores, respeto por el medio ambiente. Esa es una realidad palpable para todos, que nada tiene que ver con la modernidad líquida que denunciaba Zygmunt Bauman.
No hay otra forma de darle significado a la libertad sino a través del verdadero acceso a oportunidades y mejores condiciones de vida. Es una dimensión ética de la política y de la construcción social que nada tiene que ver con la acumulación de privilegios para las élites que defienden los neoliberales – sobran los ejemplos – al apuntar a la desregulación, precariedad laboral, individualismo.
Nuestro país tiene una reconocida tradición de conquistas sociales en algunos tramos del siglo XX, lamentablemente alternados con crisis cíclicas que siempre golpearon primero y más duramente a la clase trabajadora. Estamos recorriendo un proceso que tiende a la igualación de oportunidades puesto al alcance de cientos de miles de ciudadanos a través de políticas de distribución que están dando inocultables resultados.
Es tiempo de seguir profundizando en estas políticas y ello no depende solamente de un partido político, requiere del sistema político y social en su conjunto. Allí está una clave fundamental de desarrollo con inclusión. Porque la democracia del siglo XXI exige mucho más que votar cada un determinado lapso. Tiene su más alto desafío en predominar sobre la fuerza avasalladora del mercado – esa fuerza a la que poco le importan las condiciones de trabajo y la distribución de la renta-.
Con una ciudadanía definitivamente más consciente de sus derechos – con mayor acceso a la información -, a la democracia ya no le alcanza su definición por elecciones periódicas. La ciudadanía le exige resultados a la democracia y somos los gobernantes quienes tenemos la obligación de lograrlos. Por ejemplo: cuando el presidente, y una importante comitiva integrada por ministros, representantes de la Central Única de Trabajadores y empresarios salen al mundo y estrechan vínculos con las principales potencias no hacen otra cosa que salir a buscar oportunidades de mayor desarrollo que cumplan con esa legítima exigencia ciudadana de mejores condiciones de vida.
Todos nuestros esfuerzos deben conjugarse para cumplir con las claves del desarrollo y para que no quede ni un compatriota en situación de vulnerabilidad – postulados irrenunciables para todos los frenteamplistas –.
La realidad de nuestros gobiernos es que han logrado multiplicar los mercados destino, el PIB, el empleo, y mejorar la distribución. Pero la misma utopía humanista de izquierda no permite detenerse, nos obliga a seguirnos superando – tanto en lo acertado como en lo que necesita corregir rumbo: gobernar para radicalizar la democracia.