La corrupción y los gobiernos de izquierda en América Latina
ArtigosFernando López D’Alesandro
Partido Socialista de Uruguay
Un final de gobierno generó que aquellos que había luchado por la victoria no tuvieron el mismo desprendimiento para soltar sus bienes expropiados al enemigo. Luego no faltó el nepotismo donde parientes, esposas o hijos se beneficiaron de las cercanías al poder. Otros denunciaron que la corrupción era la verdadera contrarrevolución y quedaron por un tiempo purgados de las estructuras militantes. Denunciar los saqueos evidentes puede ser peligroso, por lo menos durante un tiempo. En algunos países estar en el sistema implicó empezar a jugar con las reglas anteriores, donde sin comprar voluntades o sin conseguir financiamientos espurios no se puede hacer política. Algunos gobernantes no pueden siquiera justificar sus cuentas en blanco… mucho menos las que son en negro, donde se duplican fortunas año a año con cuentas sospechosas y propiedades más sospechosas aun. A veces ver como militantes “convencidos” ofrecen cambiar dólares al precio paralelo, o cómo el ingreso o la cercanía al poder transforman formas y maneras de vida a velocidades supersónicas, deja el gusto amargo del asombro y la desconfianza.
Se suponía que la izquierda no caería en la corrupción, por principios y porque el costo sería mucho más caro que para las derechas. Sin embargo lo que no podía pasar sucedió y no como algún hecho aislado o secundario. Generó graves problemas, crisis políticas y pérdidas de confianza.
Podemos seguir ocultando el tema hasta que nos explote de manera incontrolable o enfrentarlo, analizarlo, combatirlo y derrotarlo. La CSL elije la segunda opción.
LAS MULTIPLES RAZONES DE LA CORRUPCIÓN
Quizá la izquierda más “dura y pura” supuso que el cambio político y económico generaría un “hombre nuevo” casi de forma automática cosa que, obviamente, no sucedió. La vida ha enseñado que las personas somos un todo muy complejo, que podemos funcionar en contra de nuestros discursos o de nuestras proclamadas convicciones. Podemos no hacer lo que decimos y decir lo que no hacemos. Asimismo, la clásica impronta de la cultura comunista, marcada por esa concepción fundada en “el príncipe moderno”, habilita a la justificación de los medios para obtener fines loables y justos.
Los hechos demuestran que el camino maquiavélico deja girones de la integridad, cayendo en gruesos errores políticos que a la larga o a la corta minan el prestigio y el poder de las izquierdas. Considerar que se puede cambiar el sistema desde una opción ética, pero utilizando las mismas reglas del sistema a transformar es, por lo menos, una misión imposible.
Así, la corrupción se abre paso en los gobiernos de izquierda, dañando presentes e hipotecando futuros. Podemos señalar sus principales características y razones:
1. LA HERENCIA HISTÓRICA
Jugar dentro del sistema capitalista implica operar con las reglas del sistema heredado. Sin embargo suponer que el uso de las reglas pre existentes es algo inevitable es, por lo menos, un error. Las reglas pueden cambiar, pero también pueden ser reguladas por controles políticos, democráticos y éticos.
2. EL TRAVESTISMO POLÍTICO
Cuando Antonio Gramsci planteó la cuestión del “travestismo político” lo aplicó a una problemática muy parecida a la que sufrimos hoy. Básicamente la idea propone la existencia de sectores, grupos o individuos que ante la victoria de las izquierdas se “travisten” asumiendo discursos, estilos, formas y maneras izquierdistas pero que buscan obtener ventajas, privilegios o ganancias. No dejan de ser conservadores ni mucho menos dejan de lado la prioridad de sus intereses, pero ante “la realidad de los hechos” se disfrazan para seguir adelante. Así, operan dentro de las estructuras de los Estados y los gobiernos de izquierda medrando con sus posiciones para satisfacer su interés personal.
3. EL PROBLEMA DEL HOMBRE
Sin pretender hacer un estudio filosófico o antropológico, falta mucho, muchísimo, para llegar al “hombre nuevo”. Esa propuesta –¿o categoría?- se supuso como posible gracias a una concepción muy simplificada del marxismo y la realidad se ha encargado de demolerla con el paso de la historia. Cambiando las relaciones sociales, o siquiera creando organizaciones que promuevan un cambio solidario, no se elimina de un plumazo siglos de avaricia, egoísmo e individualismo. Las personas somos un todo complejo y contradictorio, porque la realidad en la que vivimos también es compleja y contradictoria, y en consecuencia estamos expuestos al facilismo, o a “caer en tentación”. A veces suponemos que un fin superior y loable habilita conductas inmorales, fundados en que “el fin justifica los métodos”. Otros sencillamente ven oportunidades y se corrompen en beneficio personal… dejando al “hombre nuevo” para un mejor momento y para otros. Asumir que las posibilidades de corrupción son reales y que puede afectar a personas insospechadas no es un prejuicio, es un dato objetivo de la realidad.
4. LOS SISTEMAS BUROCRÁTICOS
En algunos casos, la falta de transparencia así como el hipercontrol burocrático han habilitado prácticas corruptas desarrolladas ampliamente, tanto de forma horizontal como vertical. Las estructuras burocráticas, cuando son el recurso fundamental de las sociedades permiten el desarrollo de favores y de clientelismo que orada los sistemas, así estos sean los más radicales de izquierda.
LA PROPUESTA DEMOCRÁTICA COMO SOLUCIÓN
¿Qué proponemos los socialistas? La corrupción tiene un antídoto, LA DEMOCRACIA. Sólo los controles democráticos, fundados en la legalidad, la justicia y la transparencia son los instrumentos hábiles capaces para combatir la corrupción. No hay otros.
Asimismo, una segura y eficaz represión debe ser el complemento del control. Nadie puede quedar impune, nadie puede salirse con la suya.
Controles y represión acompañados, además, por medidas políticas previas de selección de cuadros en toda la estructura, que además de cumplir sus funciones, reciban el reconocimiento moral y material por la tarea bien realizada. La satisfacción personal por el trabajo bien hecho debe acompañarse de incentivos que, además de la realización espiritual, permita el acceso a los bienes, lo que a su vez garantiza la solidez moral.
Un final de gobierno generó que aquellos que había luchado por la victoria no tuvieron el mismo desprendimiento para soltar sus bienes expropiados al enemigo. Luego no faltó el nepotismo donde parientes, esposas o hijos se beneficiaron de las cercanías al poder. Otros denunciaron que la corrupción era la verdadera contrarrevolución y quedaron por un tiempo purgados de las estructuras militantes. Denunciar los saqueos evidentes puede ser peligroso, por lo menos durante un tiempo. En algunos países estar en el sistema implicó empezar a jugar con las reglas anteriores, donde sin comprar voluntades o sin conseguir financiamientos espurios no se puede hacer política. Algunos gobernantes no pueden siquiera justificar sus cuentas en blanco… mucho menos las que son en negro, donde se duplican fortunas año a año con cuentas sospechosas y propiedades más sospechosas aun. A veces ver como militantes “convencidos” ofrecen cambiar dólares al precio paralelo, o cómo el ingreso o la cercanía al poder transforman formas y maneras de vida a velocidades supersónicas, deja el gusto amargo del asombro y la desconfianza.
Se suponía que la izquierda no caería en la corrupción, por principios y porque el costo sería mucho más caro que para las derechas. Sin embargo lo que no podía pasar sucedió y no como algún hecho aislado o secundario. Generó graves problemas, crisis políticas y pérdidas de confianza.
Podemos seguir ocultando el tema hasta que nos explote de manera incontrolable o enfrentarlo, analizarlo, combatirlo y derrotarlo. La CSL elije la segunda opción.
LAS MULTIPLES RAZONES DE LA CORRUPCIÓN
Quizá la izquierda más “dura y pura” supuso que el cambio político y económico generaría un “hombre nuevo” casi de forma automática cosa que, obviamente, no sucedió. La vida ha enseñado que las personas somos un todo muy complejo, que podemos funcionar en contra de nuestros discursos o de nuestras proclamadas convicciones. Podemos no hacer lo que decimos y decir lo que no hacemos. Asimismo, la clásica impronta de la cultura comunista, marcada por esa concepción fundada en “el príncipe moderno”, habilita a la justificación de los medios para obtener fines loables y justos.
Los hechos demuestran que el camino maquiavélico deja girones de la integridad, cayendo en gruesos errores políticos que a la larga o a la corta minan el prestigio y el poder de las izquierdas. Considerar que se puede cambiar el sistema desde una opción ética, pero utilizando las mismas reglas del sistema a transformar es, por lo menos, una misión imposible.
Así, la corrupción se abre paso en los gobiernos de izquierda, dañando presentes e hipotecando futuros. Podemos señalar sus principales características y razones:
1. LA HERENCIA HISTÓRICA
Jugar dentro del sistema capitalista implica operar con las reglas del sistema heredado. Sin embargo suponer que el uso de las reglas pre existentes es algo inevitable es, por lo menos, un error. Las reglas pueden cambiar, pero también pueden ser reguladas por controles políticos, democráticos y éticos.
2. EL TRAVESTISMO POLÍTICO
Cuando Antonio Gramsci planteó la cuestión del “travestismo político” lo aplicó a una problemática muy parecida a la que sufrimos hoy. Básicamente la idea propone la existencia de sectores, grupos o individuos que ante la victoria de las izquierdas se “travisten” asumiendo discursos, estilos, formas y maneras izquierdistas pero que buscan obtener ventajas, privilegios o ganancias. No dejan de ser conservadores ni mucho menos dejan de lado la prioridad de sus intereses, pero ante “la realidad de los hechos” se disfrazan para seguir adelante. Así, operan dentro de las estructuras de los Estados y los gobiernos de izquierda medrando con sus posiciones para satisfacer su interés personal.
3. EL PROBLEMA DEL HOMBRE
Sin pretender hacer un estudio filosófico o antropológico, falta mucho, muchísimo, para llegar al “hombre nuevo”. Esa propuesta –¿o categoría?- se supuso como posible gracias a una concepción muy simplificada del marxismo y la realidad se ha encargado de demolerla con el paso de la historia. Cambiando las relaciones sociales, o siquiera creando organizaciones que promuevan un cambio solidario, no se elimina de un plumazo siglos de avaricia, egoísmo e individualismo. Las personas somos un todo complejo y contradictorio, porque la realidad en la que vivimos también es compleja y contradictoria, y en consecuencia estamos expuestos al facilismo, o a “caer en tentación”. A veces suponemos que un fin superior y loable habilita conductas inmorales, fundados en que “el fin justifica los métodos”. Otros sencillamente ven oportunidades y se corrompen en beneficio personal… dejando al “hombre nuevo” para un mejor momento y para otros. Asumir que las posibilidades de corrupción son reales y que puede afectar a personas insospechadas no es un prejuicio, es un dato objetivo de la realidad.
4. LOS SISTEMAS BUROCRÁTICOS
En algunos casos, la falta de transparencia así como el hipercontrol burocrático han habilitado prácticas corruptas desarrolladas ampliamente, tanto de forma horizontal como vertical. Las estructuras burocráticas, cuando son el recurso fundamental de las sociedades permiten el desarrollo de favores y de clientelismo que orada los sistemas, así estos sean los más radicales de izquierda.
LA PROPUESTA DEMOCRÁTICA COMO SOLUCIÓN
¿Qué proponemos los socialistas? La corrupción tiene un antídoto, LA DEMOCRACIA. Sólo los controles democráticos, fundados en la legalidad, la justicia y la transparencia son los instrumentos hábiles capaces para combatir la corrupción. No hay otros.
Asimismo, una segura y eficaz represión debe ser el complemento del control. Nadie puede quedar impune, nadie puede salirse con la suya.
Controles y represión acompañados, además, por medidas políticas previas de selección de cuadros en toda la estructura, que además de cumplir sus funciones, reciban el reconocimiento moral y material por la tarea bien realizada. La satisfacción personal por el trabajo bien hecho debe acompañarse de incentivos que, además de la realización espiritual, permita el acceso a los bienes, lo que a su vez garantiza la solidez moral.