Gustavo Petro baja de su campaña a la presidencia de Colombia a Piedad Córdoba, una aliada histórica
ColombiaEl candidato le pide a la senadora acusada de mantener relaciones con las FARC y Álex Saab que deje de apoyarle en la carrera presidencial
Gustavo Petro quiere despejar el camino hacia la presidencia de Colombia. Nunca estuvo tan cerca ni tan bien colocado en una carrera electoral como ahora. En el proceso se va desprendiendo de lastres, en este caso de la senadora Piedad Córdoba, una de sus aliadas históricas y blanco favorito de la derecha. Petro le ha pedido este miércoles, a través de Twitter, que deje de hacer campaña por él hasta que resuelva los problemas judiciales en los que está envuelta. Más petrista que el propio Petro, Córdoba se queda sola y sin el manto de legitimidad que le otorgaba estar cerca del favorito en las encuestas.
La decisión supone un giro en la estrategia de Petro, que hasta ahora había mantenido a Córdoba a toda costa en el Pacto Histórico, la alianza de movimientos de izquierdas. Ella medió en su día entre las FARC y el Gobierno del presidente Álvaro Uribe para liberar a políticos secuestrados por la guerrilla. Su papel, sin embargo, siempre ha estado rodeado de controversia. Uno de sus asesores, años después, la ha acusado de aprovecharse de su relación con Hugo Chávez y los comandantes de los rebeldes para retrasar la liberación de víctimas como Ingrid Betancourt, que pasó seis años secuestrada en la selva.
La fiscalía, se supo en febrero, la acusa de mantener un acuerdo con el chavismo y las propias FARC para aumentar su popularidad y convertir a Córdoba en una política capaz de alcanzar la presidencia de Colombia. Maduro, según un libro del periodista Gerardo Reyes, consultó a una vidente venezolana si el plan era viable y la médium fue categórica: Córdoba iba a llegar a lo más alto. Según este mismo relato, ella también presentó a Maduro al empresario colombiano Alex Saab, detenido ahora en Estados Unidos. El resto de la historia es conocida. Córdoba siempre ha negado ningún interés con la guerrilla más allá de conseguir la liberación de los secuestrados. Su abogada señala que no hay ninguna prueba sólida que la incrimine.
Con estas acusaciones a su espalda, varios procesos judiciales abiertos y un hermano pedido en extradición por Estados Unidos, aún así Petro la mantuvo este año en un lugar privilegiado de sus listas al Senado. Ha quedado elegida para los próximos cuatro años, hasta 2026. ¿Qué ha pasado ahora para que quiera desembarazarse de su sombra? Seguramente tenga mucho que ver la Semana Santa negra que ha vivido Petro.
Su hermano visitó una semana antes a unos presos. Lo hizo como parte de una comisión humanitaria que visita las cárceles para comprobar el trato que reciben los internos. Cuando se conoció esta visita, el hermano se explicó mal sobre sus intenciones allí dentro, después Petro tampoco se terminó de aclarar del todo (teorizó con el concepto de perdón social de Jacques Derrida) y sus oponentes aprovecharon para acusarle de tramar reducciones de penas a políticos presos por corrupción a cambio de votos. El candidato de izquierdas lleva una semana entera tratando de despejar estas sospechas. Una decisión judicial contraria a Córdoba en las próximas semanas sería otro golpe a la campaña. Antes de que eso ocurra, la ha lanzado por la borda.
No es sencillo en ocasiones determinar quién es víctima o victimario en Colombia. La propia Córdoba fue secuestrada en 1999 por paramilitares. Más tarde permaneció 16 años en el Congreso como parte del Partido Liberal y ya se enfrentó entonces a una acusación por sus supuestos vínculos con las FARC. La procuraduría la inhabilitó, aunque seis años después la decisión fue revocada. Su carrera política ha sido muy accidentada desde entonces. Para algunos sectores Córdoba es un ogro que se aprovechó de un delito tan repudiable como el secuestro para sacar beneficios. Para otros, alguien que en medio del conflicto se arriesgó para ayudar a su país y a los secuestrados. Sea lo que sea, la vidente que le pronosticó un futuro de oropel no podía estar más equivocada. A la vuelta de la esquina le esperaba el fuego y la furia.
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